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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tiempos modernos

Con 23 minutos de retraso se estrenó La última noche (Tele-5, domingo, 23.30). Por ahí se ha dicho que se inspira en el mítico Saturday night live: que se emita en domingo en lugar de en sábado, sin embargo, hace sospechar que quizás se trate de una exageración. A primera vista, La última noche recuerda mucho más los programas que su productor, Andreu Buenafuente, ha dirigido en la televisión catalana, Sense títol y La cosa nostra, con los que ha conseguido muchos y merecidos éxitos.

La experiencia de aquellas fórmulas, reducidas por los expertos con el insuficiente adjetivo de 'refrescantes', le ha servido a Buenafuente para aplicar sus conocimientos en este producto. ¿Novedades? Aparentemente no hay presentador, aunque José Corbacho, ex miembro de la troupe teatral La Cubana, ejerce de polivalente maestro de ceremonias. Que la invitada fuera Paz Padilla no es, en cambio, novedad. Padilla ya apadrinó La escalera mecánica en TVE. Por lo visto, reúne las virtudes de un perfil no casposo acorde con las expectativas de audiencia y el target de treintañero enrolladete y teleadicto. Parodias, actuaciones, monólogos y gags se suceden con gran dinamismo narrativo y formal, y apuestan por un tipo de show televisivo pariente, en parte, de los que en su mejor etapa ideó La Trinca, de los felices momentos de Gurruchaga o de aquel efímero El peor programa de la semana.

Llegará un día en el que, en lugar de maratonianas galas con ventrílocuos de estomacal talento, se programarán cosas como La última noche para entretener al no siempre respetado respetable. Dicho de otro modo: es menos transgresor de lo que parece, lo que ocurre es que llevamos tantos años de retraso que el humor correctamente administrado de La última noche parece la repera. Cierta psicodelia gráfica, decoración modernilla, actualización de las actuaciones (en lugar de Raphael, Estopa) y una eficaz estructura que aúna distintos estímulos que hasta ahora solían venderse por separado.

Para contentar a los diferentes sectores de la audiencia se cae a veces en un humor casi losmoranquiano ('hijo de Putin'...) que, por suerte, se recupera en otros gags (Tiempo muerto) y hallazgos de pariodias como ese Qué pasaría si..., una receta brillante que puede dar grandes minutos de gloria y que permite explotar lo más estimulante de La última noche: los actores. En tiempos de famoseo fácil y de insufribles dinastías mediáticas, que se apueste por los actores es una gran noticia.

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