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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Espiral indonesia

La coordinada campaña de terror, de apariencia religiosa, en Indonesia, que se ha cobrado el día de Nochebuena 14 vidas y ha provocado casi un centenar de heridos, viene a añadirse a la larga lista de crisis que soporta el presidente Abderramán Wahid en sus 14 meses de poder. Dos años y medio después de la caída de la dictadura de Suharto, el país asiático sigue viviendo en el filo de la navaja, sin que el débil Gobierno de Wahid sea capaz de poner freno a lo que muchos ven como el alborear de la descomposición del vasto archipiélago.La precisión de la oleada terrorista contra iglesias, que ha coincidido con los últimos días del Ramadán; su sincronía en minutos a lo largo de ocho ciudades diferentes, incluida Yakarta, excluye de hecho un brote incontrolado de pasiones religiosas. Nadie ha reivindicado la mortal cadena de explosiones, pero organizaciones defensoras de los derechos humanos no dudan en atribuir su instigación a militares partidarios del depuesto Suharto. Indonesia es el mayor país musulmán del mundo, donde siguen el islam aproximadamente el 90% de sus 200 millones largos de habitantes. Menos del 10% restante son cristianos, pertenecientes sobre todo a la minoría étnica china. Hasta ahora, la violencia de raíz religiosa había estado casi confinada a las islas Molucas, donde alrededor de cinco mil cristianos y musulmanes han perecido en los dos últimos años. Las bombas de Nochebuena señalan un intento por extender la inestabilidad a la isla principal de Java y a la capital de la nación.

Con su gravedad, los enfrentamientos sectarios son sólo una de las calamidades que afronta el retórico Wahid. Otras son la crítica situación económica y las tendencias independentistas en los extremos del archipiélago -Aceh, junto a Tailandia, e Irian Jaya, antigua Papúa-, taponadas sólo por un creciente despliegue militar. No se han cumplido las promesas del enfermo clérigo musulmán, al asumir la jefatura del Estado, de enderezar el rumbo del maltratado archipiélago por medios democráticos. Por el contrario, el presidente indonesio pierde por momentos el control de los acontecimientos.

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