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Reportaje:

La memoria aflora en el Buen Retiro

Culmina el inventario de la biblioteca del Museo del Ejército, una de las más interesantes de Madrid

Madrid acaba de recuperar una parte sustancial de su memoria escrita. Se hallaba casi milagrosamente conservada en anaqueles polvorientos, en montones acopiados durante los dos últimos siglos por personas respetuosas con la historia de todos. Fueron esas mismas gentes, militares ilustrados en su mayoría pero sin apenas experiencia bibliotecaria, quienes se encargaron de ir depositando, como pudieron, miles de libros, centenares de manuscritos y documentos de extraordinario valor no sólo militar, sino señaladamente histórico. Y ello en un recinto donde, precisamente, muchos de los contenidos de esos mismos textos se fraguaron: el palacio del Buen Retiro. Con detalle, en la tercera planta del edificio del hoy Museo del Ejército, bajo el auténtico tejado con chapitel que queda en pie en Madrid procedente de aquel gran escenario regio edificado por el conde duque de Olivares. Don Gaspar de Guzmán lo erigió junto al manso huerto de los jerónimos para aliviar la sed de lujo, solemnidad y boato de Felipe IV, penúltimo monarca de la dinastía de Austria en el siglo XVII.Allí, en tal escenario, entre objetos que aún quedan por catalogar, se hallaban concentrados los 8.281 libros que una bibliotecaria segoviana contratada por el museo, Mercedes de la Calle, con la ayuda de tres mozos que realizaban los traslados a mano, ha conseguido ahora inventariar. El esfuerzo que ha desplegado no puede exagerarse: ha consignado 1.365 libros que datan de fechas comprendidas entre la Edad Media y los años finales del siglo XIX, que los documentalistas denominan fondo antiguo; comprende, además, un centenar de documentos y medio centenar de manuscritos de valor incalculable. Según De la Calle, hay monografías y libros seriados, con textos en francés, alemán, inglés, portugués, destacadamente referidos a asuntos militares del tipo de estrategia, táctica, batallas, manuales sobre armas blancas y de fuego, remarcablemente de artillería; aunque también figuran muchos otros relativos a historia, heráldica, genealogía, ingeniería, náutica, textiles, ciencias y muy otras disciplinas no castrenses. Entre los denominados raros, el museo exhibe una edición, única, de Don Quijote de La Mancha del año de gracia de 1608.

De los manuscritos que este centro histórico alberga, uno de los más valiosos es el testamento de Carlos I, así como numerosos otros de procedencia árabe, cuya esmerada caligrafía cabe observar en toda su delicadeza, con sus trazos cimbreantes, zarandeados por el capricho. Son del siglo XIV. Pero, curiosamente, el florón de esta biblioteca recién inventariada lo forman las publicaciones periódicas, sobre todo enciclopedias y revistas antiguas y aun recientes, que abarcan colecciones científicas y técnicas, "incluso otras que bien podríamos denominar de cultura cosmopolita", puntualiza Mercedes de la Calle. Como ejemplo cita la Guía de Forasteros de 1800. "Esta biblioteca es magnífica, un día surge una joya, al día siguiente otra", subraya la bibliotecaria con una sonrisa. "Mire ahí", dice, mientras señala un anaquel: "Es un Tratado de Artillería de Tomás Morla, el precursor mundial de estos estudios sistematizados, que data de 1784 y cuyas ilustraciones fueron realizadas con placas de cristal". A su lado se encuentra un Atlas mundial de batallas, obra del mayor F. de Kausler, del ejército de Wurtemberg, dibujado en 1831; hay un Álbum de la Caballería Española, ilustrado por el general francés conde de Clonnard, de vivísimas y polícromas láminas, con todos los uniformes desde la Edad Media hasta 1861. "Tenemos una colección de libros de gran formato cedida al museo por Antonio Cánovas del Castillo, quien fuera presidente del Gobierno, con ilustraciones a todo color sencillamente espléndidas, y con una técnica, hoy desaparecida, a la que denominaban cincografía, a base de planchas de zinc", explica. Las láminas de otro libro, La Cristíada, edición monumental que data de 1896, muestra todas las obras pictóricas de trasunto religioso que guarda el Museo del Prado, con litografías de Aleu, algunas de ellas sobredecoradas con panes de oro. Destaca un Viaje a oriente de la fragata Arapiles, con láminas en acero, litografiadas o cromolitografiadas, como la que exhibe a una Vendedora de macarrones de Nápoles, editado en 1873, o una publicación francesa L'Illustration, de agosto de 1936, con fotos estremecedoras sobre la guerra civil. Sonderheft, de mayo de 1939, muestra fotos que fueron tomadas desde gigantescos aviones Messerschmidt en pleno bombardeo sobre la ciudad catalana de Ginestar. La historia, en ellos, permanece estampada o escrita: cuatro puestos de lectura permiten allí descubrirla.

Tesoro patrimonial infradotado

El Museo del Ejército, más bien un museo de historia militar, se halla situado entre las calles de Felipe IV y Méndez Núñez. Desde 1841 ocupa un edificio con más de veinte salas, tres plantas, azotea y dos torres con empinados chapiteles de pizarra acharolada. Es el último vestigio del palacio del Buen Retiro, sede cortesana de los Austrias junto con el contiguo Casón, que fuera su salón de baile. Alberga el Salón de Reinos, una pieza única donde la Corona, en el siglo XVII, acostumbraba recibir a embajadores y celebrar grandes fastos. Para esta pieza Zurbarán, Velázquez, Castelló y otros grandes pinceles pintaron Los Trabajos de Hércules, colección de alegorías sobre la monarquía española. En 1958, el número de objetos que el museo albergaba era de 55.254, señaladamente una colección de armas de fuego que pasa por ser la más completa del mundo, artillería incluida. Contiene asimismo banderas, enseñas, retratos, uniformes, planos, cartografía y maquetas en una variedad extraordinaria.Entre sus fondos destacan la chilaba de Boabdil de Granada, el estandarte de Vasco Núñez de Balboa, el pendón de Hernán Cortés, los uniformes ensangrentados de los héroes Daoíz y Velarde, la boina del general carlista Zumalacárregui y las tiendas de campaña de los Reyes Católicos o de Carlos I en Túnez. Pese a esta riqueza, el museo nunca fue dotado de presupuesto suficiente para regir cómodamente tal patrimonio histórico, lo que explica las tribulaciones sufridas por su biblioteca hasta su inventario.

El Gobierno prevé trasladar el museo a Toledo en el año 2006.

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