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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

ETA, no

Que los nacionalistas vascos se manifiesten contra ETA es positivo por encima de cualquier otra consideración. Sería deseable que la manifestación fuera unitaria, pero es más importante que todos se movilicen, aunque sea por separado, que sólo algunos. Y aunque existan motivos para la desconfianza respecto a la forma en que se ha gestado la manifestación del próximo sábado en Bilbao, las razones para participar en ella, incluso desde el desacuerdo parcial, son más poderosas que las que puedan invocarse en contra. El lehendakari planteó la convocatoria como parte de su respuesta a las mociones de censura de la oposición, que entre otras cosas le reprochaba haberse presentado con un programa autonomista y gobernado con otro soberanista, y haber ocultado a los electores la existencia de un pacto con ETA. Las iniciativas de organizar un acto a favor del Estatuto y una manifestación contra ETA fueron planteadas como sucedáneo de la convocatoria de elecciones anticipadas, que era lo que exigía la lógica democrática. La forma en que ha gestionado la convocatoria es coherente con ese planteamiento: sin consultar a los demás partidos y ocultando el lema hasta ayer; y no desmarcándose claramente de las declaraciones del presidente de su partido, Xabier Arzalluz, que planteó la manifestación como un pulso ("en la calle no nos gana ninguno de ésos") frente a la convocatoria del colectivo ¡Basta ya! del 23 de septiembre.

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Sería un error, sin embargo, no ver en la iniciativa y en el lema finalmente adoptado una sutil rectificación por vía de hecho de la trayectoria reciente del nacionalismo. Cada vez que en los últimos años el PNV se ha estirado a pedir algo a ETA se ha considerado obligado a exigir otro algo al Gobierno: que se moviera, que acercara a los presos, que negociara. Esta vez el portavoz del Gobierno vasco, Josu Jon Imaz, ha tenido buen cuidado en evitar mezclar el rechazo de la violencia con reivindicaciones políticas: la manifestación debe ser únicamente la "expresión de un rechazo frontal a ETA". Algo muy diferente a exhortaciones recientes del tipo "necesitamos la paz" compatibles con la idea de que había que pagar un precio político por ella.

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Habría sido deseable que el lehendakari hubiera consensuado el lema y que éste hubiera sido más claro respecto a la defensa del principio de que no hay ningún supuesto déficit democrático que justifique el recurso a métodos violentos. Y que la solidaridad con las víctimas, incluyendo a las personas que se han tenido que ir porque no les dejan vivir libremente, se reflejara más nítidamente uniendo la reivindicación de la libertad a la de la paz. El lehendakari tendrá ocasión de precisar que ése es el sentido de la movilización en el debate del Parlamento vasco, aplazado a mañana por el atentado de Sevilla.

El grupo parlamentario del PNV dio un paso positivo en esa dirección al sumarse ayer en el Congreso a la declaración institucional por la que todos los grupos políticos con representación parlamentaria se comprometen a defender sus proyectos políticos "en el marco constitucional y estatutario". Sería deseable que Ibarretxe confirmara este compromiso y despejara así las dudas de quienes temen una repetición de lo ocurrido en la manifestación que siguió al asesinato de Buesa, convertida por el PNV en un acto de desagravio y exaltación del lehendakari.

Los socialistas habían condicionado su participación a que el lema fuera inequívoco contra ETA. El elegido por el lehendakari cubre los mínimos que permiten arriesgar un apoyo crítico. Su decisión de denunciar los elementos de oportunismo de la convocatoria pero sumarse a ella parece más inteligente que el rechazo previo del PP. Más inteligente, porque favorece las posiciones de quienes defienden desde dentro del nacionalismo una rectificación de la aventura soberanista, y porque acerca someramente la recomposición de la unidad democrática frente a ETA que quebró esa deriva. Sería contradictorio utilizar esta divergencia para marginar al PP de ese nuevo consenso posible; como lo es aprovechar la participación de los socialistas para estigmatizarlos por entreguistas, como ayer intentó Javier Arenas. Porque sigue habiendo una frontera entre los demócratas y quienes no lo son: el no a ETA.

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