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Tribuna:VIAJES
Tribuna
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FIESTA EN BILBAO

- Brácula, con B de Barbáterl. Bilbao. Semana Grande. Una cosa que, me informa un científico, montan los bilbaínos para ponerse las botas. El concepto ponerse-las-botas es, se conoce, un componente importante dentro del pack Euskadi. La prueba: en el aeropuerto de Bilbao está el único restaurante de aeropuerto que merece ese nombre. Si algún día recala en ese aeropuerto, váyase pitando a ese restaurante. Me lo agradecerá tanto que a su próximo bebé le pondrá Guillem. Por cierto, el concepto ponerse-las-botas es genuinamente peninsular. Cuando cruzas los Pirineos no dejas de encontrarte peninsulares políglotas gritando al camarero que le traiga platos que sólo existen en la Península. De lo que se deduce que el peninsular es, así a lo bruto, un poco como Drácula. Siempre come lo mismo y, cuando se hace de día y cruza los Pirineos, se quema mucho. Bueno. Bilbao. Quedo con un amigote para ponerme las botas. - Las sobremesas, la realidad y la realidad de sobremesa. El amigote es periodista. Me lleva de cenorrio. Nos ponemos las botas. Varias veces. Somos felices incluso cuando nos traen la cuenta. Y los cafés. El café en Euskadi, sorprendentemente, a veces resulta un tanto mangui. Hay una lógica peninsular del café que une Cataluña, Portugal, Madrid y alguna ciudad de Euskadi. Fuera de esos puntos, el café no vale un pito o se organiza por el sonido de otro pitido diferente. Bueno. Resulta que el amigote y yo somos de la misma generación. Hablamos de cuando éramos mocosos. De la Transición. De cuando no se llamaba Transición, sino reforma política. Sería interesante saber cuándo se le llamó Transición. Según él, es un vocablo de Cambio 16. Ni idea. En todo caso, Cambio 16 aportó todo un vocablo efectivo a esa década. Palabras o expresiones nuevas, como dictador, ruptura, punk o desencanto. Por lo que recuerdo, la palabra desencanto fue básica y apareció muy pronto. Para evaluar el proceso. Tal vez desde el sentimiento demócrata y pesimista, que es lo mismo. Hoy sólo sobrevive en el título de una de las mejores pelis españolas de aquella época. Y en ningún documental chachi-piruli sobre aquella época. En aquellos tiempos un niño tenía una percepción de la política muy parecida a la de un adulto. O los pipiolos de entonces éramos unos fichas, o al personal se le trataba como a niños. Ni idea. El recuerdo que tengo más grabado de aquella época es que un día mi papá me cogió de la mano y me llevó a un fiestorro en mi ciudad. El fiestorro consistía en que unos vecinos habían dado una patada a una puerta y se habían encontrado una estatua raptada por los malos. Para celebrarlo, habían organizado fiestorro. Miles de personas comían y bebían y cantaban en la calle. Esa poética de la propiedad de la calle hoy en día no existe. En ningún lugar de la Península. Bueno. Con el amigote hablamos de la Transición, de los dos temas informativos que no han cambiado a través de la Transición. Hablamos de la escasa formulación de la Transición que se ha hecho en nuestra cultura. Puede ser sintomático pero, estadísticamente, la novelística se ha enfrentado a la Transición con los mismos presupuestos con que se ha acercado a la Guerra Civil, los dos grandes jalones peninsulares del siglo XX: de rasqui. De lo que se deduce que las culturas peninsulares son especialistas en elidir su historia, de manera que sus valoraciones históricas igual importan una higa. Hablamos de lo que se decía y no se decía de Euskadi en los 70. Y, glups, en los 80. De cómo ha variado o no el discurso de lo que sucede o no sucede en Euskadi. De lo que pasa. Con un juego de piernas sorprendente. Más sorprendente si se piensa que, hace unos meses, cuando se abrió la veda del periodistas, al amigote le ofrecieron protección. No nos recreamos mucho en ese tema, pero supongo que el día en que te ofrecen protección debe de ser como el día en que, Jardiel dixit, descubres no sólo que tu mujer te engaña, sino que era un hombre.

- La esencia de las fiestas. Paseo por las calles. En las calles se bebe y se come a gogó. Es la típica fiesta de riqueza y exceso peninsular. ¿Cuándo empezaron estas fiestas? Supongo que hace cuatro días. Hace cinco, la Península no era rica ni excesiva. La Semana Grande, me dicen, empezó de hecho con la Transición. Hasta entonces sólo había toros y teatro en plan Pedro Osinaga. En los 70 los bilbaínos le dieron una patada a la puerta y se inventaron esa fiesta. Poética de la calle, etcétera. Hoy, la poética de la calle, decía más arriba, no existe. Mañana salgo a liarla y les explico de qué va esto para un marciano. Supongo que saldrá una metáfora de los 70 y los -¿se dice así?- 00.

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