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PANEL DE AGOSTO

La pequeña 'África'

Las 76 crías de mamíferos y las 125 de aves que han nacido este verano en el Zoo de Madrid se han convertido en el reclamo principal de los visitantes

Hay un África gigantesca, poderosa y temible. De inmensas llanuras, ríos, desiertos, montañas... Hay un África pequeña, débil y temerosa. De apenas 20 kilos de peso. Y está en Madrid. Nació hace menos de un mes y tiene las patas frágiles, quebradizas, los ojos pequeños y el pelaje suave. La pequeña África es una cría de kudú (Tragelaphus strepsiceros, uno de los antílopes más bellos del continente africano) y vive en el Zoo de Madrid.Nació en una zona aislada, a cobijo del sol y del hombre, porque si se hubiera contaminado con el olor humano su madre la habría dejado de querer. África es una de las 76 crías de mamíferos y de las 125 de aves que han nacido este verano en el zoo madrileño. En 1999, el zoo se incrementó con 80 crías de mamíferos y 130 de aves.

Los cachorros se han convertido en el gran atractivo de los cientos de personas que visitan el zoo en agosto. Sus graciosas muecas, sus torpezas al andar, su inocente y rebelde comportamiento, propio de su temprana edad, les llevan a ganarse la simpatía de los visitantes.

De vuelta a África, a la pequeña de ellas, llaman la atención sus enormes orejas, desproporcionadas con su pequeño cuerpo, que se mueven como un radar. África se cobijaba, el viernes de la semana pasada, del sol madrileño, quizá similar al de la sabana, bajo la sombra de su padre, un macho de kudú de 11 años y unos 200 kilos de peso, que porta unos cuernos torneados de 1,20 metros.

El gran antílope, guiado por su ancestral instinto de supervivencia, escudriñaba con la miraba a su alrededor y orientaba las orejas a uno y otro lado como si tratara de descubrir, escondido entre unos imaginarios rastrojos, la figura de algún felino que pudiera amenazar la vida de su pequeña con sus afilados colmillos. No iba muy desencaminado. El olor de esta cría de antílope le debía llegar al guepardo, en un recinto cercano. El felino patrullaba la verja de su recinto, nervioso.

En una parcela algo más alejada, Marga y sus padres montaban un gran escándalo. Marga es un bebé de bisonte americano de apenas un mes de edad. A pesar de que tiene el tamaño de un perro grande, parece una hormiga en comparación con su madre. Y una pulga ante el padre, un tremendo animal que se asemeja a una montaña en miniatura, con una chepa peluda y prominente. Pues bien, papá bisonte corría en círculos detrás de mamá bisonte y Marga trataba de alcanzarles. La polvareda que levantaron recordaba a las estampidas que protagonizaban sus antecesores por las llanuras del Lejano Oeste.

Los visitantes reculaban unos pasitos. "No vaya a ser que les dé por saltar...", comentaba alguno de ellos. "No hay motivo por el que preocuparse, es imposible que los animales salten la valla", aseguró la portavoz del zoo.

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Entre los elefantes no hay crías porque en el zoo de Madrid sólo hay elefantas. Los machos suelen ser conflictivos, se pelean entre ellos.

Para alardear de fertilidad y cantidad de crías, la pitón tigrina. En su jaula de cristal ha puesto una treintena de huevos, de los que han salido otras tantas pitonitas. El parto fue así: la enorme y silenciosa pitón puso los huevos uno a uno. Salieron por un orificio, una especie de vagina, que tienen en el vientre, en la mitad inferior del cuerpo.

Los huevos se fueron amontonando hasta formar un bulto, casi del tamaño de un balón de fútbol, cubierto por una gelatina. Minutos después, las pequeñas serpientes rompieron la cáscara con el morro. Una vez abrieron hueco, se deslizaron por el balón de huevos hasta caer en la tierra. Y, de inmediato comenzaron los primeros juegos envenenados: las serpientes se enroscan entre sí y se aprietan mutuamente. Parecen los primeros ensayos de la técnica que utilizan las adultas para atrapar y tragarse a sus víctimas.

En esta época de estío, el zoo recomienda que las visitas se hagan por la mañana temprano (abre a las 10.30) o a última hora de la tarde (cierra a las 20.30, una hora más tarde los fines de semana) para evitar el tórrido sol. "Además, es conveniente pasar entre cinco y diez minutos observando cada especie porque así se logra presenciar detalles del comportamiento animal", añade la portavoz del zoo. "No basta con decir 'mira ahí están los osos' y seguir adelante. "Hay que pararse", concluyó.

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