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Cultura y espectáculos

Calixto Bieito asombra en Edimburgo con su versión de "Comedias bárbaras"

Marcos Ordóñez

Las Comedias bárbaras de Valle-Inclán que el director teatral Calixto Bieito estrenó anteayer en el King's Theater de Edimburgo no han dejado a nadie indiferente. El espectáculo ha sido la estrella del festival, una auténtica apuesta de riesgo de su director, Brian McMaster. Por su duración, en torno a las cuatro horas, con un solo intermedio; por la radical modernidad de su forma narrativa, caleidoscópica, fragmentada, sesenta escenas en otras tantas localizaciones, por el salvajismo de su temática (crímenes, violaciones, sacrilegios) y por el coste de su producción, la más cara en la historia del Abbey Theater, el teatro nacional de Dublín, que, a ojos de McMaster, parecía la compañía más indicada para poner en pie el universo céltico de Valle, en su mezcla de catolicismo furioso y paganismo rampante."Es la primera vez", señala Bieito, "que un teatro nacional presenta a Valle en lengua inglesa, y a lo grande, con tres de sus obras más emblemáticas... y difíciles". La oferta surgió hace dos años, tras el éxito de Life is a dream, la versión de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, que Bieito presentó en Edimburgo, revalidando su triunfo en el Barbican londinense, en la Brooklyn Academy of Music de Nueva York y en el Teatro Romea de Barcelona.

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El dramaturgo Frank McGuiness empleó un año en la traducción y adaptación de estas Barbaric comedies, un título que preocupaba a los responsables del festival, temerosos de que el público creyera encontrarse ante una pieza de humor. La pasada primavera, Bieito se instaló en Dublín para trabajar mano a mano con McGuiness -"se imponía una reducción del texto, ya que el original se nos ponía en seis horas de espectáculo"- y seleccionar a los 22 intérpretes del Abbey Theater que integran el actual reparto. Un reparto de primeras figuras de la escena irlandesa, actores y actrices que declaran su admiración por el intenso método de trabajo del director. Como Kate O'Toole, la hija de Peter O'Toole y Sian Phillips, que encarna a Doña Jeromita, la codiciosa hermana del Abad de Lantañón de Cara de Plata, la primera entrega de la trilogía.

La fórmula Bieito consiste en rodearse de actores cuidadosamente escogidos, pero apoyándose en un equipo técnico español que le acompaña y le arropa en el extranjero: el escenógrafo Alfons Flores, la diseñadora de vestuario Mercé Paloma y el iluminador Xavier Clot, a los que en esta ocasión se ha sumado el músico Oscar Roig. Para estas Comedias bárbaras, la consigna ha sido un vestuario que evocase la Galicia de finales del XIX, pero jugando con anacronismos para evitar la "estampa de época" y potenciar el primitivismo atemporal del relato, y un escenario desnudo en el que las innumerables localizaciones de Valle fueran sugeridas por la iluminación -tenebrista, onírica, siempre cambiante- y la banda sonora. Alfons Flores ha diseñado, como techo, una imponente reja de hierro forjado, el portón carcelario de la mansión feudal de los Montenegro, que pesa como una losa sobre los protagonistas y se abre, a pedazos, mediante pistones hidráulicos; techo del que bajan los objetos imprescindibles para situar cada escena. El efecto más sorprendente y polémico del espectáculo es un enorme crucifijo invertido, imagen inequívoca del pacto satánico del hidalgo don Juan Manuel, que desciende, envuelto en brumas, al comienzo de Águila de blasón, la segunda entrega de la trilogía.

La traducción de McGuiness, esmerada y hecha desde un innegable amor por el texto original, choca un tanto con la eterna imposibilidad de verter la torrencial palabra de Valle a otro idioma. Se pierden, inevitablemente, referencias, ecos, matices lingüísticos, y también hay que decir que, al podar escenas intermedias, se corre el riesgo cierto de que las Comedias se queden un poco en una sucesión de atrocidades y personajes de una pieza. Para contrarrestar esa pérdida, Bieito se ha resistido a suprimir, como suele hacerse, algunas de las preciosas, cinemáticas acotaciones del texto, que en su espectáculo recita, a modo de narrador, el personaje de Don Galán, el bufón de los Montenegro, interpretado por el extraordinario cómico irlandés Eamon Morrisey.

Es muy difícil destacar nombres en un reparto tan amplio como éste y con un tan alto nivel de excelencia y de entrega. Si Eamon Morrisey compone un soberbio Don Galán, que hace pensar en una alquímica mezcla entre Burgess Meredith y nuestro Luis Escobar; el imponente don Juan Manuel Montenegro de Mark Lambert evoca una versión céltica de Omero Antonutti. Actor mercurial, volcánico, prolífico en cine y televisión y también director de escena, Mark Lambert es un zorro viejo lleno de fuerza comunicativa y recursos que sostiene sobre sus hombros el peso de las cuatro horas de función, al término de la cual cosechó las mayores ovaciones del público que llenó el King's Theater. Ya hemos hablado de Kate O'Toole, que compone una luciferina Doña Jeromita, aunque en el apartado de actrices el gato al agua se lo lleva la joven actriz Cathy White, que es una sensual y vigorosa Pichona la Bisbisera, la amante de Cara de Plata, seguida de cerca por Joan O'Hara, una elegante y conmovedora Doña María, la doliente esposa de Montenegro, y la veteranísima Ronnie Masterson, que encarna a la criada Micaela la Roja. Cara de Plata, el hijo predilecto de Don Juan Manuel, es Karl Shiels, joven actor y director irlandés, muy en la línea hiperenergética de Javier Bardem, y tampoco se quedan cortos en poderío el Don Manuelito de Derry Power o el fantástico Fuso Negro, uno de los personajes más difíciles, puro instinto y locura, del teatro de Valle, interpretado por el igualmente aplaudidísimo Garret Keogh.

Las Comedias bárbaras nunca han sido, obviamente, un plato para todos los gustos, y los aplausos del final se contrapesaron con algunas deserciones en el intermedio, ya que Bieito no se ha parado en barras a la hora de mostrar y potenciar el salvajismo de la trama. Hubo murmullos de desaprobación ante el descenso del Cristo invertido, y en dos momentos muy concretos, difícilmente soportables para el público británico: la explícita y larguísima violación de Liberata (Tonia Chauvet) por Don Pedrito (Anthony Brophy), y la truculentísima escena en la que Cara de Plata y Pichona se revuelcan en el catre mientras el seminarista Don Farruquiño cuece el cadáver de una vieja en un caldero para vender su esqueleto a los médicos. Quizá Romance de lobos sea, de las tres piezas, la que mejor conectó con la sensibilidad británica, por su grandeza crepuscular y su obvia vinculación con El rey Lear.

A la salida, el nombre de Luis Buñuel era la referencia que iba de boca en boca, aunque el espectáculo de Calixto Bieito hace pensar más bien en el universo cruel, barroco y sardónico de Arturo Ripstein. Los deliberados anacronismos del montaje (una gramola Wurlitzer, una bombona de butano para cocer a la vieja), que nos teletransportan del siglo XIX a la Galicia franquista, tienen fuerza expresiva, pero tal vez contribuyan un poco al desconcierto del público. Todavía está por ver cómo acoge el público de Dublín, donde Barbaric comedies se presentará el próximo mes de octubre, las profanities del texto.

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