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Tribuna:Área libreAdicciones de un hijo del siglo
Tribuna
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Mártir 'gay' Terenci Moix

Recuperando el tema de ayer, aconsejo, en Internet, el sitio de adecuado nombre -Pretty Boys Make Graves- que sirve de perenne homenaje a Sal Mineo. Su vida se vio acuchillada prematuramente, como la inocencia de los años cincuenta, esa década tan proclive al kitsch y que explica su imagen pública, así como la de otros sex-symbols juveniles de corta duración (¡ay, el blondo Tab Hunter y el trigueño John Saxon!). Representaron la falsa imagen de una juventud americana dinámica, rompedora y, sobre todo, glamourosa. Sal era, además, picantón, lindo como un bibelot y muy pinturero si hacía de rockerillo universitario, cuando se impuso la moda pijeras. Gracias a Rebelde sin causa, los adolescentes tristes sabíamos que empezó militando en el elenco de los incomprendidos. Su interpretación del niño Platon -el nombre lo dice todo- sigue siendo una de las bazas más conmovedoras de la película. Igual ocurrió en su vida privada. Su amistad con James Dean le dejó muy tocado. A raíz de su asesinato, la policía entró en su casa y entonces supimos que el salón seguía presidido por un enorme pasquín de Rebelde... Película que, por cierto, tiene mal fario: sus tres protagonistas -ella era Natalie Wood- tuvieron muertes trágicas, si bien la del pobre Sal es la más representativa porque es la que más a menudo puede amenazar a los homosexuales desprotegidos. Fue una muerte anunciada.Los chulos que le apuñalaron en su garaje serían viejos cinéfilos, discípulos de los personajes de delincuente juvenil que él había interpretado en su adolescencia (Dino, The young don't cry). Esa etapa de gloria quedaba ya lejos. Había sobrepasado la edad reglamentaria para seguir chupándose el dedo. Como tenía pinta de latino, hizo de indio juvenil en Tonka y Cheyenne Autumn, de Ford. Salía con trenzas de María Candelaria y exhibiendo un torso que ya lo querrían los chicos del yogur famoso. Lucía, pues, con singular gracejo, aquellas tetillas que ponderé en mi artículo de ayer. Ellas explican que los nazis le "utilizasen como mujer", según contaba a gritos en una escena crucial de Éxodo. En la película, esta explotación de su lindo cuerpo le dejó muy traumatizado; en la vida real bastante hizo con luchar contra el trauma de la edad. La generación que se había identificado con sus gracias de adolescente estaba ya en la treintena y, además, la década de los sesenta renegaba de la inocencia de la anterior. Así que Sal se puso en la onda de la nueva permisividad interpretando una obra teatral de escándalo, Fortune and men's eyes, que debiera subtitularse Peligros que corre el culo masculino en una cárcel yanqui. Fuera de ella, se permitió admirables licencias decretadas por la nueva década: salir en paños mínimos en una revista de culto para los esnobs, After Dark. No sé si en esta época recordaba que la frase favorita de su amado James Dean había sido la que pronunciaba el infortunado Nick Romano de Llamad a cualquier puerta: "Vive joven, muere joven y serás un hermoso cadáver". ¡Admirable premonición! Porque en el caso de nuestro amiguito Sal, lo que dejaron sus asesinos fue un cadáver exquisito. Hoy reservado únicamente a los necrófilos de pro.

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