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Cultura y espectáculos

Lorin Maazel deslumbró en Mérida

Referencias grecolatinas

Lorin Maazel deslumbró en Mérida. En el Teatro Romano, Maazel se paseó triunfalmente ante un auditorio entregado. Más de 3.000 personas rindieron tributo el pasado domingo al director franco-americano y a la Philarmonia Orchestra of London. Inquieto, hiperactivo incluso, sorprendido pero relajado y con un semblante de satisfacción, Maazel pasó unas horas en Mérida y ese estado de ánimo se trasladó también a los cerca de 70 profesores de la Philarmonia Orchestra of London que le acompañaron en su primera incursión en el escenario extremeño. Posiblemente la puesta en escena no contribuyó a un concierto trascendental de la afamada formación, y los críticos detectaron algún que otro desorden técnico en la orquesta. Pero por encima de todo llegó al público la vibración y la energía que supo subrayar desde el podio el extraordinario músico que es Maazel.

El director echó mano de un repertorio cargado, en parte, de referencias grecolatinas para incardinarse con fuerza en el espíritu del festival: La clemenza de Tito y la sinfonía Júpiter, de Mozart, y la segunda parte dedicada a la sinfonía número 7 de Beethoven.La clemenza di Tito, una de las últimas composiciones de Mozart, que toma como referencia el honor y el amor en la Roma clásica, dejó entrever ya desde su arranque la predisposición del público, su entrega total. La sinfonía Júpiter marcó el punto elevado del concierto. El público se soltó el pelo, aplaudió entre movimiento y movimiento, los maestros lanzaron una sonrisa entre sorprendidos y entusiasmados, y Lorin Maazel asumió el papel de divo. Se desplazó tras cada salva de aplausos hacia el frontal del escenario, y recibió la lluvia de aplausos.

Regresó a la tarima y la historia se repitió hasta tres veces más. Después, llegó la advertencia de la voz en off que invitaba al respetable a contener su entusiasmo hasta finalizar la ejecución completa de la obra. La séptima de Beethoven no hizo sino prolongar el éxtasis de los asistentes. Minutos de aplausos, entradas y salidas de la escena y el esperado bis rubricaron el éxito de un concierto en el que Maazel reflejó su capacidad para crear espectáculo incluso en escenarios que en principio parecerían poco propicios.

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