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La guerra del pañal

¿Deben llevar pañal, cesta recoge heces o como quiera que se llame el artilugio, los equinos que circulen por un núcleo urbano? La pregunta puede sonar absurda en cualquier ciudad, pero en Mijas (Málaga) saca chispas. Y no sólo porque haya 48 burro-taxis, 13 carritos tirados por asnos y 11 coches de caballos, sino porque los paseos en borrico han dado fama al pueblo, han atraído a miles de turistas y han dejado muchísimas pesetas. Esa es la cara de un medio de locomoción con más de 40 años de historia en la localidad.Pero también hay una cruz: las heces y los malos olores. La intención del Ayuntamiento de regular el servicio y establecer algún sistema que evite que los excrementos queden esparcidos por el suelo se ha topado con el rechazo frontal de los arrieros. Actualmente, una máquina recorre varias veces al día las calles del pueblo, pero las autoridades municipales creen que ya es hora de "evolucionar" y "consensuar" alguna solución.

"No queremos quitar los burro-taxis, ni imponer un sistema, sino consensuar una salida en beneficio de la imagen de Mijas", aclara la concejala de Medio Ambiente, Cecilia Aguilera. Ha habido un par de reuniones entre el Ayuntamiento y los propietarios de los équidos para intentar sacar adelante una ordenanza, pero no se ha alcanzado ningún acuerdo. Así que las autoridades locales han cerrado las calles del casco histórico al paso de los asnos. Aguilera se queja de que la limpieza cuesta más de un millón al mes y que no puede haber "una peste impresionante" en un pueblo que vive del turismo. La edil sustenta su postura en denuncias de vecinos y turistas.

Los arrieros también tienen sus argumentos. El pañal o lo que sea que se les coloque podría espantar al animal y taparía los adornos de los aparejos. José Jiménez, que lleva 26 años trabajando con los burro-taxis, no tiene pelos en la lengua: "Lo que nos han hecho es una guarrá, ningún alcalde nos había prohibido pasar por el centro del pueblo. Pero ahora estos señores del Ayuntamiento nos tienen el pie puesto en el pescuezo". Dicen que ya han perdido dinero porque mucha gente no se monta porque no pasan por el casco histórico. Aguilera replica que los turistas no saben cuál era el recorrido anterior.

El paseo cuesta 1.000 pesetas, cantidad que según los arrieros, apenas les alcanza para ir tirando "porque trabajo, trabajo, sólo hay 40 días al año". En su defensa argumentan además que con su original iniciativa han contribuido al florecimiento de la economía local "y a que se enriquezcan algunos comerciantes a los que ahora no les gusta que pasemos por su calle".

Los tenderos replican que "no se puede tener el pueblo empuercado" y que es hora que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto. La edil pone como ejemplo a la ciudad de Córdoba. Aguilera desconoce que allí se puso a prueba un sistema que finalmente fue abandonado por los cocheros. Un portavoz del municipio cordobés explicó que ahora cuando el animal hace sus necesidades "se paran y lo limpian". Y polémica zanjada.

En Mijas, en cambio, la guerra continúa. Un turista granadino entrado en años pasa delante de la parada de los burro-taxis, pero no se para. Prefiere no desafiar a su artrosis. Deja, eso sí, su opinión: "Algo habría que ponerles para que no ensucien el pueblo". Un grupo de jóvenes israelíes, que se decide a probar la experiencia, opina que no, que sin pañales son más auténticos. Los cinco se montan entre aspavientos y sonoras carcajadas y se alejan haciendo el guiri, que es lo que son.

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