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El Manchester hizo más grande el triunfo

Santiago Segurola

Nada resalta más el triunfo del Madrid en Old Trafford que el excelente partido del Manchester, que abundó en todas las cualidades que le han convertido en campeón de Europa y jerarca indiscutible del fútbol británico. Es cierto que también reveló sus defectos, pero eso estaba en el guión. A estas alturas, no puede sorprender la tendencia del Manchester a partirse por el eje, producto de su vocación por el ataque. El Madrid aprovechó perfectamente la fractura del 4-2-4 del equipo inglés para contragolpear y sacar provecho de la habilidad de sus jugadores en el uno contra uno. Tuvo méritos de toda clase el Madrid: desde el coraje de sus futbolistas hasta el brillante plan de su entrenador, capaz de mitigar las carencias de su equipo y magnificar las de su adversario. En eso consiste la táctica.Pero contra la tentación maniquea del fútbol, donde frecuentemente se ningunea al derrotado por el simple hecho de perder, el Manchester hizo muchísimo por la brillantez del partido, de la categoría de los inolvidables. No hubo nada en su actuación que se contradijera con un estilo que le ha dado fama. Tomó los riesgos de costumbre para cobrar el máximo protagonismo, para jugar al ataque, y para hacerlo de una manera que debería merecer el aprecio del fútbol español. Del fútbol.

Hasta donde le resultó posible, eligió la elaboración, el toque, las paredes, las asociaciones colectivas para llegar al área. Y para hacerlo con precisión y mucho peligro. Casillas fue exigido numerosas veces en situaciones de mano a mano, en remates de todos los colores desde el área, a pesar del denso tejido defensivo del Madrid. Casillas estuvo colosal, pero también se puede deducir que el Manchester hizo grande al joven portero.

Según una vieja teoría, el exceso de elaboración con la pelota es el principal generador del desorden defensivo en el equipo que ataca. El pelotazo desde la defensa, un recurso tan queridos en el fútbol italiano, pretende evitar ese desarreglo. No hubo pelotazos en el Manchester. Lo contrario. Los dos últimos goles del Madrid llegaron por el afán del equipo inglés en tejer el juego hasta el área del Madrid. Hasta siete jugadores se involucraban en esa tarea, con los riesgos consiguientes. Dos intercepciones del Madrid en su campo condujeron a los brillantes goles de Raúl: la defensa del Manchester estaba desordenada. Era la generosa concesión de un equipo inquebrantablemente fiel a un estilo que le ha convertido en un faro del fútbol mundial.

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