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Ronda de amor en Sinera

Arenys de Mar (la Sinera de Salvador Espriu)tuvo a sus particulares Romeo y Julieta. Sus nombres eran Emilia Rovira y Rafael Martínez, protagonistas de una bella historia de amor que bien pudo inspirar una tragedia literaria y que un siglo después acabará con un merecido final feliz. Los hechos ocurrieron a finales del siglo pasado en la población marinera y sus protagonistas no fueron dos ricas sagas enfrentadas por razones políticas pero sí dos jóvenes que, por pertenecer a distinta clase social, no pudieron vivir su amor.Emilia Rovira era una bella muchacha de Arenys de Mar, hija de una familia de buena posición -su padre era procurador de los tribunales- que se enamoró de Rafael Martínez, un chico humilde hijo del cartero de la población. La familia de ella puso trabas al amor de los dos jóvenes y Rafael decidió marchar a América para hacer fortuna y volver más tarde a casarse con su amada. Pero la familia Rovira interceptó las numerosas cartas de amor que el joven le escribía desde el otro lado del Atlántico. En La Habana, Rafael hizo carrera política, fue secretario de Estado y representante de Cuba en París. Al no recibir respuesta a sus misivas, creyó que Emilia lo había olvidado y se casó con una joven cubana en las Antillas.

Emilia esperaba el regreso de su amado, pero la falta de noticias la terminó consumiendo, hasta que la pena y la tristeza acabaron con ella. Murió a los 33 años.

Tiempo después, Rafael, dueño ya de una importante fortuna y con una reconocida posición social como político y médico, regresó a Arenys por cuestiones laborales. Al conocer la verdad de su historia encargó la construcción de un panteón de mármol presidido por el busto de Emilia, esculpido a partir de una fotografía que la joven le regaló poco antes irse a América. La tumba, que costó 1.877 pesetas, cuenta con una discreta dedicatoria: "A su memoria dedica este recuerdo su amigo de la infancia Dr. Rafael Martínez Ortiz". Rafael pretendía inhumar los restos de su amada y trasladarlos al panteón pero la familia de la chica se interpuso de nuevo entre los dos amantes y jamás lo permitió. Antes de cerrar la tumba, Rafael depositó en su interior una rosa que según la leyenda popular perdura intacta.

La mayoría de los habitantes de Arenys de Mar conoce estos hechos. Y, cuando han pasado más de 100 años, una iniciativa popular permitirá que la historia tenga "un final feliz". A raíz de un programa de Radio Arenys se supo que los restos de Emilia, cuya familia se extinguió, estaban condenados a la fosa común. Esta circunstancia y el hecho de que el panteón era ya de propiedad municipal facilita la posibilidad de su traslado al otro, que para ella mandó construir su amado.

El pleno del Ayuntamiento aprobó por unanimidad la petición del traslado de los restos que ha realizado un grupo de habitantes de Arenys de Mar. El consistorio también acordó colocar una placa que recuerde a los visitantes esta particular historia de amor.

Los promotores de la iniciativa aseguraron estar muy satisfechos por la postura del consistorio porque, según María Antonia Martí, se conseguirá "que esta historia romántica tenga un final feliz". Martí considera que hubiera sido "complicado" que el Ayuntamiento hubiera vendido el panteón ya que son muchos los ciudadanos que conocen la leyenda.

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Una vez construido el panteón, Rafael Martínez regresó a Cuba, donde se supone que murió. A lo largo de su vida, el hombre no ocultó a sus familiares la historia pero sus hijas quedaron impresionadas cuando por casualidad visitaron Arenys y los habitantes del municipio les mostraron el panteón que su padre había mandado construir para la muchacha que, según tenían entendido, había vivido una "aventura amorosa" con él.

Después que el pleno del Ayuntamiento de Arenys de Mar diera luz verde al traslado de los restos de Emilia, ahora se prepara un programa de actos para hacerlo con toda la pompa que merece. La fecha elegida es el 23 de abril, festividad de Sant Jordi y día en que los enamorados se regalan una rosa como la que el enamorado arrojó a la tumba.

Manolo S. Urbano

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