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FÚTBOL Internacional

El hígado regatea a Best

El mejor futbolista británico de la historia padece sus excesos con el alcohol

Da casi pena reconocerlo pero el equipo del Manchester United de hoy, tan dominante en Inglaterra y en Europa, no es ni la sombra de aquel equipo de George Best, Bobby Charlton y Denis Law que conmovió a todos los amantes del gran fútbol en la segunda mitad de los sesenta. Da más pena aún la noticia: Best (53 años) fue llevado en ambulancia a un hospital londinense la semana pasada con un problema grave de hígado, provocado, aparentemente, por su excesiva pasión por el alcohol. Como observó Pat Crerand, su compañero en el Manchester que ganó la Copa de Europa en 1968: "No es ninguna sorpresa. Tiene que cambiar porque él sabe que, si no, se va a morir".No fue ninguna sorpresa para Crerand porque él recuerda muy bien que había sido precisamente la debilidad del irlandés por la buena vida, por las discotecas en el swinging London de los sesenta, por las mujeres bellas, y por la bebida lo que desesperó a su entrenador, el no menos legendario Matt Busby, y lo que le llevó a retirarse del fútbol de élite en 1972, con 26 años. Después volvió a jugar, en equipos de segunda, en Estados Unidos, pero para entonces ya se había convertido en un espectáculo de circo, en un gordo habilidoso, como Maradona cuando dejó Italia.

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Pero durante su fugaz etapa de gloria, fue un grandísimo jugador. El mejor que se ha visto en las islas británicas. En la santísima trinidad que armaba con el escocés Law y el inglés Charlton, Best era, simplemente, the best (el mejor). Law era un goleador innato y Charlton era el aristócrata del medio campo. Pero Best lo tenía todo.

A los 17 años empezó jugando de extremo izquierdo en el Manchester. Hacía, mejor que nadie, todo lo que un extremo debe hacer, pero también marcaba más goles que nadie en su equipo y más que nadie en la liga inglesa. Y los marcaba con la cabeza, con disparos de larga distancia, con vaselinas, después de regatearse la mitad del equipo rival. Y al portero, como cuando marcó el segundo gol en la final de la Copa de Europa de 1968 (Manchester, 4; Benfica, 1).

Fue dos años antes, también contra el Benfica, en Lisboa, cuando Best se consagró como un dios del fútbol. Nunca había perdido en casa el equipo de Eusebio en competición europea. Esta vez perdió 5-1 y Best, con 19 años, marcó dos goles. Los aficionados del Benfica, rendidos ante su talento, le bautizaron el Beatle, por su melena, y cuando acabó el encuentro uno de ellos saltó al campo con un cuchillo, no para matarlo, sino para pedirle un rizo del pelo.

El problema fue que se creyó lo de Beatle. Best fue el prototipo de un fenómeno común hoy en día: el futbolista que se convierte en celebrity. Creaba noticias no sólo con lo que hacía en el campo sino, más y más al pasar el tiempo, con lo que hacía fuera de él. Perseguido por los fotográfos, se pasaba las noches en Tramps, la discoteca de la jet-set londinense, donde solía aparecer Mick Jagger. Y, como a Mick, sus aventuras sexuales lo convirtieron en leyenda. "Dicen que me he acostado con siete Miss Mundos", comentó Best una vez. "Mentira, sólo fueron cuatro. A las otras tres no les hice el favor".

Fue como consecuencia de una escapadita a Marbella en 1972 con la entonces Miss Mundo cuando se creó la ruptura final entre Best y Busby. Tal fue el impacto de la noticia de su retiro que el asunto Best se debatió en el Parlamento británico. Pero no había dios que pudiera haber detenido su descenso a la autodestrucción futbolística.

Muchos años después, en 1980, emprendió un tratamiento contra el alcoholismo, mientras jugaba en California para los San Jose Earthquakes. Cuatro años más tarde lo encarcelaron en Inglaterra por conducir bajo la influencia del alcohol.

Pese a todo, Best no ha acabado siendo un personaje patético, como Maradona o Gascoigne. Seguramente porque siempre ha sido una persona inteligente, que se expresa con agudeza e ironía, y con el don encantador de poder reírse de sí mismo.

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