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MARCO PANTANI - CICLISTA ITALIANO

"Puedo mirar a los colegas cara a cara"

Carlos Arribas

Horas después de anunciar su regreso en una multitudinaria conferencia de prensa, Marco Pantani atiende a solas a EL PAÍS. El ciclista italiano, de 30 años, reflexiona sobre sus meses más duros, sobre su exclsuión del Giro, sobre el dopaje, sobre la solidaridad. "Nadie puede demostrar que soy un ciclista diferente a los demás".Pregunta. 5 de junio de 1999. Madonna di Campiglio. 52% de hematocrito. El ciclismo ha muerto, pensó alguno. ¿Qué pensó Marco Pantani?

Respuesta. Fue un periodo muy triste. Para mí y para todos los aficionados. Para decirlo claramente se hundió todo aquello que se había creado en el 98, en el 97, en el 95. Todo se hundió allí. Fue un periodo negro. Seguro que todos aquellos pocos que se han mantenido del lado de Pantani han tenido también muchos días tristes. Seguro que alguno lloró muchas veces.

P. ¿Y usted también lloró?

R. Yo he pasado muchos meses difíciles. Los primeros después de aquello quise dejar el ciclismo. Me sentía traicionado por, por, por... No sé por qué, pero, en suma, traicionado. Después, al final, he pagado lo que era la pena de una falta que no he cometido, pero la he pagado. Y estamos en un año nuevo, el año cero, y volvemos a partir esperando encontrar la voluntad de hacer cosas.

P. ¿Se puede volver a partir como si nada hubiera pasado?

R. No, no, no. Han sucedido muchas cosas. Y también ha cambiado mi mentalidad, han cambiado mis relaciones, ha cambiado... Es difícil decir con una palabra lo que ha cambiado. Hablamos de sentimientos. No se puede con las palabras decir los sentimientos.

P. El 6 de junio toda Italia fue unánime: Pantani es un traidor.

R. Sí, sí, sí. Más de uno pensó así, pero al final todos se han acercado otra vez a Pantani pensando que en realidad el traicionado era Pantani, y no Pantani el traidor. Y ésta ha sido la fuerza que me ha ayudado a volver a empezar, el ver que la gente estaba de nuevo más conmigo.

P. Da la impresión de que usted se ha refugiado en una burbuja, se ha inventado un mundo exterior agresivo y se ha negado a reconocer sus propios errores. ¿Ha asumido que pudo equivocarse?

R. Pues sí, podría ser, pero mi, ¿cómo se dice?, mi conciencia está limpia. Porque yo, que soy un profesional, yo, que he ganado un Giro, he ganado un Tour, sé cómo se hacen los controles. Y aquella mañana yo ya sabía que había ganado ya otro Giro y también sabía que habría de someterme a otro control de madrugada. Y me sometí a todas las reglas de mi ambiente. Y por eso tengo la conciencia tranquila. Y ahí, precisamente, ha estado mi error, tener la conciencia tranquila. Si no, yo no sería un caso diferente al de Chiappucci o al de todos aquellos que volvieron a correr a las dos semanas como si nada hubiera pasado. Yo he permanecido como si hubiera sido traicionado.

P. En estos ocho meses también han avanzado diferentes investigaciones judiciales.

R. Es la burocracia. Al final Pantani tendrá razón. Esto es lo que importa. Yo demostraré con las reglas que tengo la conciencia en su sitio, que nadie puede demostrar que yo soy un corredor diferente a todos los demás. No tango nada que esconder y miro a los colegas cara a cara, mirándoles a los ojos, sin bajar la cabeza. Orgulloso.

P. Así con la distancia, ¿no piensa que su dominio en el Giro era humillante para sus rivales?

R. No, no. Siempre hay un corredor más fuerte que los demás. Yo llegué una vez segundo detrás de Induráin, tercero detrás de Induráin, detrás de Berzin, detrás de Chiappucci... Es lo normal. Esto es una rueda que gira. Hoy Pantani, mañana Olano, pasado mañana Armstrong... es una rueda que gira, ¿no? Así que pienso que no he humillado a nadie. Al contrario: honré la carrera hasta Madonna di Campiglio dándolo todo. Yo podía haberme quedado parado y no dar espectáculo y llegar a Milán así... pero no, yo he dado espectáculo para la gente. Porque la gente quería que yo atacara. Me atacan en las subidas y yo respondo. Así es la cosa.

P. Y así construyó su leyenda. ¿Y ahora?

R. Y ahora... pues ahora se vuelve a empezar. No sé si ganaré como antes, porque, claro, no se sabe qué puede pasar mañana, pero seguro que la gente me quiere ver igual que antes.

P. ¿Cree que después de todo lo que le ha pasado a usted, después del caso Festina, después de todo esto, el ciclismo ha cambiado? ¿Cree que hay más limpieza, cree que hay menos EPO?

R. ¿Que qué pienso? Pues pienso que muchos, todos aquellos que tenían responsabilidad, todo el ciclismo, se han lavado las manos y no ha cambiado nada. El ciclismo permanece como el de los años 70, siempre el doping, como en los tiempos de Merckx, como cuando Coppi, que tanto se hablaba de doping, de doping... En ningún otro deporte se habla tanto de doping. Y ninguno hace controles de sangre, sólo nosotros los tenemos, todo permanece igual, no ha cambiado nada. Sólo Pantani ha descendido abajo.

P. Entonces, tantos muertos como ha habido, el caso Festina, el Tour del 98, usted, ahora Gotti... ¿no han valido para nada?

R. No, nada ha cambiado. Además, no han pagado tantos... ¿Quién, quién ha pagado? Pocos, ¿eh? Virenque, Pantani, Zülle... Pocos, pocos, Dufaux... Pocos corredores han pagado con su propia piel. Pienso que todos y cada uno tiene su propia justificación, pero que ahora nadie ha hecho algo importante para decir '¿por qué el ciclismo es diferente?' '¿por qué hacer el control de hematocrito de esta manera?', '¿por qué sólo el ciclismo?' Hace falta alguien que ponga todo sobre el mismo plano, que ponga a todos al mismo nivel. La nandrolona de los atletas británicos, eso es doping, no es una sospecha, una duda.

P. ¿Quién hace falta?

R. Hace falta un gran nombre. Puede ser Induráin. Sí, Induráin, uno que tiene una voz fuerte y puede decir stop a estas reglas estúpidas.

P. Hace falta alguien con valor, con coraje, entonces.

R. Cualquier corredor importante, Merckx, Induráin... cualquier corredor que pueda hablar todavía con el pelotón, que no se haya distanciado, puede decir a los corredores stop.

P. En stos meses negros se le ha visto a usted muy solo, muy perdido.¿Quién le ha aconsejado?

R. Pero si todo el mundo me decía lo que tenía que hacer (risas).

P. No, no. ¿A qué personas ha hecho caso? ¿En quién ha confiado?

R. En mi padre y en mi madre.

P. ¿En nadie más?

R. He escuchado a todos, sí. A Gimondi, al sponsor... a todos. Pero al final me he quedado con los que han llorado conmigo, con mi padre y con mi madre. Y seguramente si Pezzi viviera habría sido uno de los que han llorado conmigo. Y sí, seguramente le habría escuchado.

P. ¿Cómo será ahora su relación con los demás corredores?

R. Todos ya han intentado hacerme llegar su solidaridad. Como ya he dicho, entre los corredores nos miramos a los ojos. No tengo la conciencia sucia. Ninguno me ha mirado mal. Todos ha venido a mí.

P. ¿Cómo está el pelotón? ¿Cómo lo ve?

R. El ciclista es un poco como la prole, la gente está poco fuerte, no hay una política fuerte en el pelotón. Hay muchas políticas, cada una coge un poquito de aquí, un poquito de allá, y así no se puede lograr nada.

P. Ahora se debate sobre la necesidad del ciclismo de ser más moderno, más espectacular...

R. El espectáculo es Pantani, es Induráin, es Jalabert. Es el campeón con las mismas reglas que el pequeño. El campeón es siempre el campeón. Como decimos nosotros, 'un caballo de carreras es siempre un caballo de carreras'. Hacen falta unas reglas para que la gente que ve el ciclismo diga 'okey, estoy viendo a un campeón, no veo el doping'.

P. ¿Pero cree de verdad que los campeones del ciclismo tienen ahora credibilidad?

R. Cuando alguien mira a Pantani ve a un hombre, no ve a un cualquiera.

P. ¿Pero no teme que la gente le vea y diga: bah, como está hasta las cejas de EPO ni sufre ni se cansa ni nada, eso no es ciclismo?

R. No, no. La gente ve la fatiga del campeón. Todo se ve en los ojos del ciclista, ahí donde mira la gente.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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