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BALONCESTO Copa del Rey

Estudiantes se gana el respeto de todos

Carlos Arribas

Hay personas que sólo cuando el obstáculo que se les ofrece delante parece insuperable son capaces de dar ya no el 100%, ni siquiera el 200%, más bien el 300% de sí mismos y de convertir la montaña en un grano de arena y de dejar a mucha gente con la boca abierta de admiración. Hay personas como Gonzalo Martínez, Juan Aísa, Nacho Azofra, nacidas para jugar al baloncesto, aunque no lo parezca; más: nacidas para ganar. Hay, entonces, equipos como Estudiantes, conjuntos así, "de patio de colegio", que dicen sus fieles dementes, que sólo cuando las cosas se ponen difíciles hacen jugar su coraje, su hambre de victoria, su sed de triunfos. Hay equipos que se buscan, como el Caja de San Fernando, el favorito ayer derrotado; y hay equipos que saben desde hace mucho tiempo donde están. Y donde estarán hoy: en la final de Copa, la séptima de su historia, la primera desde que ganaron la Copa en Granada en 1992.Defensas individuales, partido de choque. Sabe bien Javier Imbroda, técnico del Sevilla, lo que hay que hacer: cansar a Azofra, el genio, cerrar a los pívots, a los hermanos Reyes, a Vandiver, a Thompson, su rebote, su todo. Turner no deja respirar al base madrileño, y si sale del regate le espera el gigante Romero. Atasco ofensivo estudiantil. Siete puntos (8-15) se pone el equipo sevillano por delante en el minuto siete. Scott se mueve a gusto en la zona. Turner aún no se ha encontrado con el verdadero Aísa; Thompson aún duda... Arreglo drástico: zona estudiantil: sequía sevillana. Desconcierto. ¿Cómo salir? ¿Por triples? Ya: 12 intentos de los sevillanos en el primer tiempo. Lo prueban todos: los bajos (Turner, tres veces) y, más, los altos: Solana (dos), Scott (una), Cargol (1), Fortier (una), Romero (2), Smith (dos). Desastre: un acierto, el del veterano base norteamericano. Y así, con aplicación defensiva, deseo, orden, calidad y mucha cabeza, pues eso, descanso: 34-28 para Estudiantes. Les quedaba, sin embargo, lo más duro. Con un equipo limitado (el alero Jiménez, con gripe, no jugó), con pocos hombres hábiles, lograr no sólo no cansarse, sino mantenerse, romper al peligroso Caja, al equipo segundo de la Liga, al de los veteranos dorados, Turner, Smith, Scott, Salva Díez, Cargol; al de los jugadores en sazón: el veloz Solana, el contundente Corrales. Superar a un equipo que ha jugado tres finales (dos de Liga y una de Copa) en los tres últimos años. A un equipo que supo no dar facilidades a Felipe Reyes, la joya que se faja y pelea, que no para de luchar, que siempre corre; que supo cerrar también a Vandiver. Al equipo que agotó a tres bajos, a Turner, a Corrales, a Salva Díez, para cansar y cerrarle la inspiración y abrirle el flato a Azofra.

ESTUDIANTES 80 C

SAN FERNANDO 65Estudiantes: Azofra (2), Thompson (27), Aísa (12), Vandiver (9), Alfonso Reyes (12) -cinco inicial-, Gonzalo Martínez (9), Robles (2) y Felipe Reyes (7). Caja San Fernando: Turner (17), Solana (9), Smith (3), Scott (20), Romero (0) -cinco inicial-, Corrales (10), Schutte (0), Cargol (2), Fernández (0), Salva Díez (1) y Fortier (3). Árbitros: Mitjana, Amorós y Martín Bertrán. Segunda semifinal de la Copa del Rey. Estudiantes jugará hoy la final (21.30, Canal +) con el Pamesa.

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Hacía tiempo que no se veía en un partido así de importante un cálculo tan metódico, un concepto de economía de esfuerzos y rentabilidad máxima, la eficiencia al cubo, tan bien llevado a la práctica como el de Estudiantes. Bien defendidos, muy bien defendidos, los jugadores del conjunto estudiantil, faltos de recursos ofensivos ortodoxos, tiraron de coco, tiraron de Gonzalo Martínez y de Thompson. Uno y otro, el base y el alero de amplio espectro, capaz de jugar de poste y de base también, cogían el balón, botaban, esperaban a la menor rendija en la defensa cerrada individual sevillana, fracturas bien logradas con bloqueos en los que se aplicaron todos sus compañeros, y entonces, ras, como flechas iban al frente, a la busca del choque inevitable, sabiendo, muy conscientes de ello, que su defensor llegaría una décima tarde, que la personal sería el premio. Y así, con cuentagotas, personal a personal (35 tiros libres lanzaron los de Estudiantes en el partido, 26 de ellos en el segundo tiempo, de los que convirtieron 29, 21 en la segunda parte), ganaron el partido, desconcertaron a los sevillanos, les dejaron en ese estado que asalta y neutraliza muchas veces a la gente: jugaban bien y perdían: no sabían qué hacer. Y así les fue en ataque: Turner acabó odiando (deportivamente) a Aísa; los pívots sevillanos, también. Al primero, la garantía anotadora otras veces, lo secó (siete puntos: 3 aciertos de 7 intentos); a los otros, desde su inferior talla, les birló los rebotes decisivos.

Y cuando ya la desesperación se hizo inevitable, cuando todo lo sembrado empezó a florecer, se puso Estudiantes a jugar sencillo y fácil, se puso Thompson a anotar sin parar (27 puntos, con tres triples), se puso Martínez también. Acabaron sonriendo y disfrutando, el gozo tras el sufrimiento. Y llevaron la alegría al repleto pabellón: el único equipo que hasta ahora ha llegado a 80 puntos, una cifra que para muchos ya es sinónimo de catarata de puntos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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