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TRUCHA COMÚN

Desove invernal

No todas las cosas suceden al cobijo de la explosiva primavera, ni a temperatura ambiente alta. Hay otras condiciones -a simple vista poco adecuadas- que logran provocar que la vida se propague en los cursos altos de los ríos. Tampoco es preciso trasladarse al Norte de la Península para ver un río truchero. Acercarse hasta la Sierra Norte de Sevilla, entre El Pedroso y el embalse que lleva de nombre el de su río, el Huéznar, ya es suficiente para observar a la trucha común, que convive con barbos gitanos, la boga de río, el cacho o el calandino. Aprovecha estos días para bajar por el cauce y encontrar una zona de corriente rápida, muy oxigenada y de fondo arenoso no muy profundo para poner los huevos. Resulta curioso que lo haga en las aguas más frías, pero debe obedecer a las reglas ocultas que adoptan los seres vivos para garantizar su reproducción.

El desarrollo de la trucha dependerá mucho del río, aunque la puesta ronda los 1.500 huevos por cada kilo del progenitor. Con la eclosión -unos 50 días después- aparecen los alevines que se alimentarán del saco que tienen hasta reabsorberlo completamente, dando lugar a los jaramugos. A los dos años tendrán la presencia tradicional de la trucha, con el cuerpo cubierto de motas oscuras rodeadas de un cerco que parece un ojo (ocelo).

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