Estrambótico final
De cómo los versos o coplas añadidas al fin de una composición poética para mayor expresión, lucimiento y gracejo hayan venido a significar algo extravagante, irregular, sin orden ni método ni oportunidad para el caso, es asunto que queda a la competencia de filólogos y lingüistas. En política, puede suceder a veces que queriendo cerrar una legislatura con una gran traca final, los Gobiernos ofrezcan al público congregado para la fiesta un espectáculo tan deplorable que todo el mundo salga chamuscado. Es lo que acaba de ocurrir estos días: el estrambote de la Ley de Extranjería, compuesto para lucimiento de cuatro años de progreso como nunca había disfrutado España, ha derivado hacia el estrambótico final de legislatura con un Gobierno dividido y un montón de enmiendas que han enojado con razón al Parlamento.Pues es el caso de que este Gobierno, en vísperas de disolver por imperativo constitucional las Cortes Generales, no podía haber encontrado mejor método de mostrar la poca estima en que tiene el trabajo parlamentario que llevar al Senado una carretilla de enmiendas a un texto debatido durante año y medio por el Congreso en ponencia y comisión. Por decisión gubernativa, todo el trabajo de los congresistas, y el pleno mismo en que el fruto de ese trabajo quedó refrendado por 324 votos afirmativos sobre 325 emitidos, con una sola abstención, ha ido directamente al cubo de la basura. El Congreso habría perdido 18 meses en debatir una Ley de Extranjería que el portavoz del Grupo Popular presentó como resueltamente progresista pero que el ministro del Interior del Gobierno popular juzgó repleta de insensateces.
El desprecio que con tal conducta muestra el Gobierno al Congreso se queda corto, sin embargo, cuando se compara con el escarnio al Senado. Definido en la Constitución como Cámara de representación territorial, es bien sabido que el Senado no cumple esa función ni puede cumplirla sin previa reforma constitucional. Más que de representación territorial, al estilo de Estados Unidos, nuestro Senado funciona como una disminuida Cámara de segunda lectura, pues sus enmiendas pueden ser aceptadas o rechazadas por el Congreso. Pensado como bastión conservador, como una alta Cámara para evitar los temidos excesos democráticos de la baja, se ha convertido en una especie de florón, pintado en lo más alto, en el techo, pero bastante inútil.
A no ser que el Gobierno recurra a su mayoría senatorial en caso de extremo apuro. El Gobierno está, desde luego, en su derecho y nada habría que oponer si lo hubiera ejercido con mesura y respeto institucional. Pero el penoso espectáculo de un senador acarreando la pesada carga sin tiempo para conocer, mucho menos para debatir, su contenido vale como certificado de defunción de un Senado reducido a meretriz del Ejecutivo. Es un atropello que el Ejecutivo, valiéndose de esa Cámara legislativa manca y muda que es el Senado, presente 112 enmiendas a un texto de 63 artículos. Eso es otro proyecto de ley que el Gobierno, si tal era su criterio, pudo haber presentado para su debida tramitación en el Congreso. Pero una vez tramitado y aprobado el anterior, esas enmiendas son otras tantas bofetadas a la cara del Senado.
De todas formas, y puesto que no hay mal que por bien no venga, como dijo el Caudillo en ocasión memorable, ha resultado tan extravagante e irregular la conducta del Gobierno que difícilmente surgirá mejor oportunidad para reclamar otra vez la urgente reforma del Senado. Inservible como Cámara de segunda lectura, el Senado tendría que convertirse en verdadera Cámara de representación territorial. Así, al final del estrambote, podría darse por buena esta vergonzante muestra de servidumbre si fuéramos capaces de reformar la Constitución para inventar otro Senado. Pues si el Senado sólo sirve como correa de transmisión del Gobierno, más valdría cerrar sus puertas como Cámara legislativa para reabrirlas luego como museo de antigüedades.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Opinión
- Tramitación parlamentaria
- Ley extranjería
- PP
- VI Legislatura España
- Legislación española
- Legislaturas políticas
- Política social
- Actividad legislativa
- Parlamento
- Política migratoria
- Gobierno
- España
- Migración
- Partidos políticos
- Administración Estado
- Administración pública
- Política
- Legislación
- Demografía
- Sociedad
- Justicia