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Los 300 belenes más humildes

Aquel mozalbete de Ador (La Safor) sólo pensaba en modelar belenes. Corrían los años treinta y cualquier objeto que se encontrara por el camino (calabazas, musgo, cuerdas, cartones, floreros, hojarasca...) era, a sus ojos, un mimbre ideal para confeccionar un belén.Tanto le maravillaban los pesebres con el niño Jesús, la Virgen, San José, el buey y demás figurantes que durante la Guerra Civil siguió diseñándolos "a escondidas". Y cuando creció y decidió convertirse en Fray Conrado Estruch se incorporó a la orden capuchina porque "los belenes son una devoción franciscana". No en vano, asegura que San Francisco de Asís creó el primer naixement, un belén viviente, en el siglo XVI.

Aquel mozalbete ha cumplido 73 años y durante todo este tiempo han salido de sus manos 5.000 belenes. Todos, siguiendo a pies juntillas el voto franciscano de pobreza, elaborados con los materiales más humildes que se puedan recoger en las calles y en el monte. Los 300 últimos belenes modelados por Fray Conrado se exponen hasta el 23 de diciembre en el convento de los monjes capuchinos, en la calle de Cirilo Amorós de Valencia.

Aunque los espectadores tendrán que conformarse con ver doscientos y pico belenes. Cada día que pasa mengua el catálogo de la exposición porque los visitantes se llevan el belén que más les gusta a cambio de un donativo. La recaudación se utilizará para ayudar a 85 familias necesitadas de Valencia y a las misiones capuchinas en Guinea Ecuatorial y Honduras.

El hermano Conrado confía en que, desde el recibidor o el salón de cada casa, los belenes les recuerden a sus nuevos propietarios un mensaje franciscano: "Esta sociedad busca la felicidad en la vorágine consumista, sin darse cuenta de que las cosas más bellas pueden encontrarse entre los objetos sencillos que despreciamos y arrojamos al basurero; porque, como decía San Francisco, Dios está en todas las cosas". Si el mensaje calara, está convencido de que habría mucha menos gente que dejaría de buscar remedio a sus depresiones tirando mano de las tarjetas de crédito en los grandes almacenes y no acabaría encadenada a un montón de deudas y créditos bancarios.

Tiempo atrás, los belenes de este fraile capuchino los adquirían varios hoteles y los utilizaban para obsequiar a su clientela. Pero hace tres años decidió atender las sugerencias de diversas personas y exponer en el convento todos los belenes que había fabricado a lo largo del año. La iniciativa fue un éxito y el pasado martes cumplió su tercer aniversario cuando el obispo auxiliar, Jesús Murgui, inauguró la muestra de este año.

Fray Conrado relata que los preparativos comenzaron el pasado verano, mientras cuidaba a personas minusválidas en Teruel. En los ratos libres salía a pasear y recogía piñas, troncos y cualquier planta que pudiera formar parte de la escenografía de sus naixements. Ya en Valencia, los miembros de su "grupo de oración" le ayudaron a modelar los belenes, la empresa de porcelanas Lladró le ha regalado varias figuras y una persona a la que ayudó a conseguir trabajo le ha enviado una decena de belenes desde Perú.

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La pasión de este fraile por los belenes ha llegado hasta el extremo de estar comiéndose una mangrana y pensar que la corteza, una vez seca, sería un fantástico pesebre. Como la hoja de palmera que le cayó encima en Massamagrell. O como la guitarrita maltrecha que se encontró en una calle.

Fray Conrado lleva cuatro décadas en el convento. Sólo le quedan 20 compañeros porque "las vocaciones escasean". Pero asegura que, si volviera a ser aquel mozalbete, no dudaría en ingresar en la orden. Aunque reconoce que "lo más duro ha sido renunciar a tener hijos". "Cuando veo a un matrimonio con niños se me van los ojos", confiesa. Pero se conforma con sus "85 familias espirituales", las "bocas" que tiene que alimentar con los donativos que recibe por sus belenes.

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