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Reportaje:

Amenaza de cárcel por una canción

El cantante libanés Marcel Jalife afronta un proceso judicial por poner música a un versículo del Corán

Marcel Jalife cantará el sábado con toda la fuerza de sus pulmones. Lo hará desde Beirut, su ciudad natal, pero su voz llegará, a través de satélite, hasta Belén para abrir de esta manera un acontecimiento histórico: las fiestas del Jubileo del año 2000. La fuerza de sus canciones logrará hacer vibrar a todo un pueblo, pero difícilmente conseguirá apaciguar las iras de la comunidad suní de Líbano, que impulsa contra este cantante cristiano maronita, con un pasado marcadamente filo-comunista, un procedimiento judicial en el que se le acusa de tratar de "envilecer" al islam al poner música a un versículo del Corán, y por el que podría ser condenado a una pena que oscila entre los seis meses y los tres años de cárcel.El procedimiento judicial contra Marcel Jalife, uno de los cantantes mas famosos del mundo árabe, se inició en 1997, a instancias del entonces presidente, Rafiq Hariri, quien, al parecer, quedó escandalizado por algunas de las estrofas de la canción titulada Oh, padre, yo soy José, basada en unos versos del poeta nacional palestino Mahumd Darwich escritos en 1992, quien a su vez había utilizado como elemento de reflexión para su composición un versículo del Corán, Vi once astros y la luna postrarse ante mí, sobre el que se ha construido todo el entramado acusatorio.

Las quejas del ex presidente libanés fueron rápidamente asumidas por Dar al Fatwa, la instancia jurídico-religiosa más importante de la comunidad musulmana suní en Libano, cuyo mufti, Mohammad Kabbani, presentó la denuncia contra Jalife, al tiempo que aseguraba que su canción "supone un insulto al último profeta", y además, una desobediencia a una fatwa -dictamen religioso musulmán- que prohíbe cualquier arreglo musical de un versículo del Corán.

La querella contra Jalife fue en principio desestimada y quedó arrinconada en una de las estanterías de un juzgado de instrucción de Beirut, hasta hace poco menos de dos meses, cuando entró en este departamento judicial un nuevo y arrogante magistrado, Abdel Rahman Chebab, quien en poco menos de una semana desempolvó el caso y ordenó de forma sorprendente e inesperada la reactivación de la causa, cuando estaba a punto de prescribir.

"No sé lo que ha pasado. Ignoro si hay motivaciones políticas detrás de este asunto. En cualquier caso, se equivocan", aseguraba Jalife en Beirut al conocer la apertura del procedimiento oral cuando regresaba de un recital en Tibnine, en el sur de Libano, donde había cantado ante 5.000 espectadores.

Las movilizaciones de solidaridad con este cantante se han sucedido sin parar y culminaron a mediados del pasado mes de octubre cuando millares de personas se concentraron ante la sede de la Orden de la Prensa de Beirut para pedir el sobreseimiento de una causa que ha indignado incluso a los dirigentes religiosos de la comunidad shií libanesa, como así lo ha manifestado, entre otros, el jeque Sayed Mohamed Husein Fadlallah, el antiguo guía espritual de Hezbolá.

En el mundo árabe se han formado comités de solidaridad y apoyo con el poeta. La protesta por su procesamiento ha llegado a las monarquçias fundamentalista del Golfo, a Marruecos o Argelia, donde aún se recuerdan con añoranza aquellos recitales multitudinarios de la década de los setenta, en los que su voz era tan escuchada como la de Víctor Jara o Ataualpa Yupanqui en América Latina.

"Yo sé que la justicia va a continuar con el asunto. Que asuman ellos la responsabilidad de sus actos. Pero deberán también ampliar las prisiones, porque hay ya más de 10.000 personas que han firmado un manifiesto en mi favor y están dispuestos a apoyarme", aseguraba recientemente en una entrevista, con tono irónico y retador, Jalife.

La comprometida trayectoria humana y política de Marcel Jalife en favor de la causa palestina le impedirá a este cantante acudir el próximo sábado a Belén para abrir personalmente con su voz las fiestas del jubileo. También tiene vetado su camino hacia París, donde los organizadores del Belén 2000 habían previsto un recital alternativo, que sería retransmitido vía satélite hasta la ciudad del nacimiento. Las autoridades judiciales le prohíben salir de Líbano. Pero nada le impedirá que su voz, convertida ahora más que nunca en un símbolo, escale los muros de su propia cárcel: Beirut.

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