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Miradas infantiles de la guerra

"En mi comunidad había una señora que hacía sólo unos días había dado a luz cuando tuvimos que salir en emergencia porque el Ejército estaba cerca. Ella se preocupaba sobre todo por su hijito que cargaba a la espalda. Como él no entendía lo que pasaba, chillaba sin descansar y eso hacía que los soldados supieran por donde caminaba la señora. Ya no podía más y se metió en una zanja. Se espantó cuando oyó por detrás que ya venían los soldados. Lo que ella hizo lo sintió muy doloroso, pero pensó en unos segundos que no había otro modo: dejó allí al niño y se fue corriendo entre la montaña. Los soldados llegaron donde estaba el niño, lo levantaron y lo golpearon fuerte contra las piedras. Se murió de esta manera y ahí lo dejaron cuando se fueron".Esta es la historia que Esperanza, una niña indígena de 11 años, recuerda de los años que tuvo que vivir escondida en la selva del Ixcán, al norte del departamento de Quiché, una de las regiones más castigadas por el conflicto armado de Guatemala. Su relato es parte de más de medio centenar de experiencias, dibujos y fotografías de niños guatemaltecos recogidos en un libro editado por Caixa Ontinyent, con el título Contamos nuestra vida, cuyos fondos irán destinados a proyectos de cooperación con los refugiados indígenas guatelmatecos.

La publicación ha sido el resultado del trabajo que durante dos años realizaron voluntarios del programa Nosotros seremos su voz en la Comunidad de Población en Resistencia (CPR) Primavera del Ixcán, promovido por el Fons Valencià per la Solidaritat. Propusieron a los menores que relataran una experiencia, sueño o cuento. El resultado fue un documento sobrecogedor. El miedo a las bombas, la dureza del entorno, la persecución continua de los militares, las dificultades de supervivencia y la muerte, vistas por la mirada infantil. Muchos de ellos nacieron en la montaña y no conocieron otra realidad hasta los acuerdos de paz. Sus familias se habían visto forzadas a refugiarse en la montaña, víctimas de la campaña de tierra abrasada que las fuerzas armadas guatemaltecas iniciaron a principios de los ochenta contra las comunidades indígenas. Más de 45.000 personas huyeron de sus aldeas. Francisco Manuel tenía 15 años cuando la cooperativa donde residía fue arrasada. Los militares les acusaban de pertenecer a la guerrilla y "querían exterminar a toda la población", explica Francisco, miembro de la Comunidad Primavera, que estos días ha visitado Xàtiva, Valencia y Gandia para presentar el libro.

Francisco se refugió junto al resto de su familia en la selva. "Nadie sabía por cuanto tiempo", dice. Fueron más de 12 años. El Ejército, cuando localizaban a un grupo asentado, bombardeaban la zona y quemaba las cosechas. "Vivíamos siempre con gran tensión, teníamos que cambiar continuamente de lugar", comenta Francisco. En 1996, tras los acuerdos de paz, la CPR Primavera, integrada por 260 familias, "salió al claro", y se asentó en unas tierras compradas con la ayuda de Cáritas Europa. "Las historias son buenas para recordar, para que los chamacos las conozcan cuando sean mayores", dice Nazario Matías, de 15 años, y Julio Diego, de 16 años, añade un deseo: "Que se cumplan los acuerdos" y la historia no se vuelva a repetir.

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