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MEDIO AMBIENTE

El mayor lago de África se muere por la introducción de especies foráneas

Una planta originaria de Ecuador cubre más del 15% de la superficie del Victoria

El lago Victoria, situado entre Kenia, Tanzania y Uganda, el segundo más grande del mundo, con una extensión (69.484 km2) ligeramente inferior a la de Castilla-La Mancha, y cuna del Nilo, se muere. Símbolo de la visión romántica de África que legaron los primeros exploradores occidentales -Stanley lo circunnavegó en 1875- su agonía refleja hoy el desdichado destino del continente. La sobreexplotación de sus recursos pesqueros, el envenenamiento de sus aguas por toda clase de vertidos y, sobre todo, la introducción de especies foráneas a su ecosistema, como la perca del Nilo y el jacinto de agua, amenazan la principal fuente de proteínas y empleo de la región más poblada de África.

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Si el explorador británico John Hanning Speke, el primer europeo que descubrió el lago en 1858 y le dio su nombre actual en honor a la reina Victoria -los árabes lo conocían como Ukerewe-, pudiera verlo hoy se volvería a su tumba. Aquella vasta extensión de agua que, gracias a los viajes de Stanley, abriría años después la puerta a la colonización europea del África oriental es ahora una zona enferma en la que parecen haberse cometido todos los pecados ecológicos del siglo.El principal de ellos, apunta Janet Abramovitz, investigadora en Washington del Worldwacht Institute, ha sido la introducción de especies ajenas al ecosistema del lago, una práctica responsable, en términos globales, de la pérdida de un tercio de la biodiversidad mundial.

La primera alarma por el agotamiento de la pesca en el lago llevó a los británicos, cuenta Abramovitz, a "introducir en 1954, y contra el criterio científico de entonces, la perca del Nilo, un depredador de 200 kilos de peso y dos metros de largo, que consume enormes cantidades de peces pequeños y que virtualmente ha eliminado a toda la población de peces nativa". Desde entonces, añade, "se han perdido 200 especies únicas y las 150 que quedan están extinguiéndose".

Destrucción

Esta destrucción masiva de la fauna autóctona ha supuesto también, según Abramovitz, "la drástica reducción de la principal fuente económica y nutricional de millones de personas". "Hasta recientemente los peces pequeños eran capturados, conmercializados y consumidos por las comunidades locales. Hoy la perca del Nilo es capturada por grandes barcos, aguas adentro, con aparejos destructivos y posteriormente es comercializada por grandes compañías y destinada al mercado exterior". De hecho, la perca del Nilo, que hace 20 años era una parte insignificante del volumen total de pesca de los tres países ribereños del lago, representa ahora más del 60%, generando un negocio de miles de millones de dólares.El periodista Francis Nyenge, de la Journalist Environmental Association of Tanzania, añade otro eslabón a la cadena de destrucción: "La pesca con explosivos y venenos". El uso de pesticidas y agentes químicos ha causado ya en Kenia, Uganda y Tanzania varias muertes, decenas de hospitalizaciones, multas, juicios, linchamientos de vendedores de pescado, vetos a la pesca en ciertos lugares, contaminación de las aguas y el que la Unión Europea haya prohibido la importación de pescado procedente del lago Victoria.

Pero lo peor estaba aún por llegar. En 1989 fue detectada la presencia de una planta nunca vista antes en el lago, el jacinto de agua, originaria de Ecuador. Nadie sabe cómo llegó hasta aquí, pero el hecho es que sin barreras naturales que impidan su extensión y estimulado su crecimiento por la erosión de sedimentos ricos en nitrógeno y fósforo y toda clase de vertidos sin tratar, la planta cubre ahora amplias zonas del lago. "Más del 15% de su superficie", asegura Nyenge.

Janet Abramovitz afirma que el jacinto de agua se extiende como un denso manto verde con una rapidez inusitada -"una simple planta puede cubrir 100 metros cuadrados en unos pocos meses"- y que "reduce el nivel de oxígeno del agua, impide el paso de la luz del sol y obstruye vías de agua y puertos". Además, y como si de una maldición se tratase, "la planta favorece la reproducción del mosquito de la malaria y de otros parásitos". El cubanoamericano Pedro Sánchez, director general del Centro Internacional de Investigación Agroforestal (ICRAF), que lleva ocho años trabajando en Kenia, describe así la situación: "El lago se está muriendo. A veces no se ve el agua. Esa planta está asfixiando a los peces e impidiendo el transporte en barco de mercancías y de personas". Y Abramovitz apunta un dato definitivo: "Hace 10 años había oxígeno en el fondo del lago, a unos 100 metros de profundidad. Ahora sólo lo hay por encima de los 40 metros o menos".

Abramovitz completa el cuadro con "los millones de litros de residuos sin tratar y de vertidos industriales que llegan cada día al lago procedentes de Kisumu, la tercera ciudad de Uganda, y de Mwanza, en Tanzania", y con "la horripilante suma de los 40.000 cadáveres procedentes del genocidio de Ruanda que llegaron flotando corriente abajo por el río Kagera en mayo de 1994". Un cúmulo de desgracias, en suma, que no son ajenas ni ayer ni hoy al hombre blanco.

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