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Reportaje:EL PERFIL

SILVIO El rock del náufrago

Tereixa Constenla

La mítica del rock está repleta de actitudes punkies y de personajes estrafalarios que se mueren por dar la nota. Una estrella se mide por sus éxitos y también por sus extravagancias. De una gira de los Rolling interesa tanto su puesta en escena como los caprichos hoteleros de la banda: si reclaman centenares de toallas o sobredosis de chocolate. Incluso cuando a las viejas glorias les da por el comedimiento y la austeridad, se observa como la sublimación del capricho. Parece algo inherente al rock, pero no todos pueden llevar a gala la extravagancia como una cualidad innata de su propia naturaleza. Silvio Fernández Melgarejo, sí.La biografía de Silvio, sevillano, 54 años, sólo puede entenderse desde la honestidad del ser que nada contracorriente porque no sabe o no puede dejarse llevar. Su trayectoria está llena de tentativas por salir a flote que duran lo que un cambio de mareas. Su vida, disparatada y contradictoria, sólo puede descifrarse desde el prisma del hombre capaz de hundirse y salvarse con la misma facilidad, aunque Silvio muestra una pertinaz tendencia hacia lo primero.

En Sevilla apostar por el rock es la primera paradoja que puede vivir un músico, sobre todo si se mira hacia atrás, cuando Silvio decidió convertir su vida en un homenaje a Ray Charles y, al principio, a Elvis Presley, el blanco de voz criolla y pelvis latina. Silvio eligió a Elvis y obvió a los Beatles. El día que murió en Memphis, el rockero sevillano vivió una de sus muchas resurrecciones. Estaba fregando platos en el bar de Curro, con un mandil entre las piernas, cuando escuchó la noticia en la radio. "Curro, con tu permiso, me voy del bar", le dijo. Una señal para resurgir de nuevo, el enésimo ejercicio del Ave Fénix.

Hundirse y reflotar. Un sino que vuelve a marcar esta etapa. Después de sobreponerse a una nueva crisis autodestructiva, Silvio ha entrado en un periodo de recuperación en el que ya se vislumbra, sin embargo, la boca del túnel. Este verano recibió un homenaje en La Roda de Andalucía, el pueblo donde nació y que sólo conoció de mayor, pertrechado ya tras la batería. En realidad, es un producto de Los Remedios y Triana, de las azoteas del barrio donde escuchaba a Adriano Celentano, de sus tascas y de los conciertos de Los Murciélagos. Tal vez por ello Silvio, un sevillista confeso, pueda componer uno de los himnos más populares del Betis y, en justa correspondencia, podría presumir de ser el único sevillista que fue invitado a participar en el Día Mundial del Beticismo (aún sin Lopera). Es probablemente en el fútbol y en la Semana Santa donde el músico reconoce su esencia sevillana y donde sus convecinos aprecian la cercanía con un rockero capaz de cantar al Betis y poner letra a La Amargura.

En su actual renacer se ha rodeado de Los Diplomáticos para sacar, después de nueve años de silencio y destrucción etílica, un disco nuevo, A color. To Africa from Manchester!, donde se atreve incluso con un tango por bulerías, que cierra un auténtico homenaje discográfico a sus ídolos de siempre, Elvis Presley, Adriano Celentano y Ray Charles. "Son chistes antiguos a todo color", sintetizó durante la presentación del trabajo. En la promoción le comparan con Curro Romero. Pero Silvio ha recibido más cornadas: desde la pérdida real de su hermana Eva a la pérdida -de hecho- de su hijo Samuel, fruto de su matrimonio con una inglesa adinerada, a la que conoció en Marbella, cuando iba de bohemia descalza.

Silvio y Caroline Williams McHolland vivieron la penuria en Madrid como una estética existencial, que combinaba conciertos con los Smash con jornadas de mendicidad en el metro. Hasta que Caroline se hartó de las pensiones y la miseria y le confesó el estado de su cuenta corriente. Su abuela había sido camarera de la Reina Madre de Inglaterra, su padre era el segundo hombre más rico del pueblo (el primero era el dueño de la Rolls Royce). Se casaron en la iglesia del Cachorro pero el matrimonio duró lo que un rock. Nació Sammy Sam, al que su padre perdió el rastro durante su etapa de jugador en los juveniles del Chelsea, aunque la última vez que pudo acariciarle tenía dos años y medio: "Fue un rapto, mi mujer escondió el pasaporte debajo de una manta".

Una azarosa aventura sentimental acorde con su vida estrambótica, de existencia intensa y autodestructiva, de rey del rock andaluz coherente con sus contradicciones. De rockero punki. De nadador contracorriente y náufrago de sí mismo.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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