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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Microsoft abusa

UN JUEZ de Estados Unidos ha fijado los hechos probados en el juicio contra Microsoft. Y las conclusiones no son halagüeñas para la empresa de Bill Gates. El juez establece que Microsoft disfruta de una posición de monopolio en los sistemas operativos para ordenadores (Windows) porque, gracias a su cuota de mercado, superior al 90%, no hay alternativa comercial viable a su producto y ha obstaculizado a los competidores. El Departamento de Justicia ha celebrado la decisión considerando que beneficia al consumidor y a una industria ahogada por el predominio de la empresa. La sentencia no llegará hasta dentro de un par de meses, lo que deja un margen a Microsoft para negociar un pacto. Lo condenable según la ley no es ser un monopolio, sino aprovecharse torticeramente de ello para ampliarlo, aspecto sobre el que no se pronuncia todavía el juez.IBM vivió una década a la sombra de los tribunales hasta que en 1982 se cerró a su favor un caso pionero en el análisis de las prácticas monopolistas dentro del sector emergente de las nuevas tecnologías. Y éste es uno de los aspectos que más polémica suscita el amparo a la ley antitrust Sherman, con más de un siglo de vida, que declaraba ilegales las prácticas que restrinjan el libre comercio con maniobras conspirativas, pero dejaba a consideración de los tribunales evaluar en qué consistían estas conductas. La persecución de las prácticas monopolistas ha tenido vaivenes en EEUU. Dos casos famosos son la disgregación de la Standard Oil, en 1911, en 33 compañías; y el nacimiento de las siete baby bells, en 1983, como consecuencia de la separación forzosa de AT&T. La Administración de Clinton se ha mostrado muy activa en la persecución de estas conductas, pero el dinamismo de la economía digital es vertiginoso. Mientras se celebraba el juicio contra el gigante Microsoft, nacía otro con la compra de Nestcape por AOL y su alianza con Sun. Desde que el caso empezó a dar sus primeros pasos, en 1990, el horizonte de los productos digitales se ha multiplicado. Al final de la década, Internet da lugar a la aparición de nuevos soportes y se apunta la pérdida de centralidad del ordenador doméstico.

El juicio en sí mismo, al someter a escrutinio las conductas de Microsoft, ha tenido efectos saludables. Microsoft ha renunciado a proyectos para fidelizar hasta casi la cautividad a sus clientes, y aliados suyos del hardware han osado anunciar proyectos de la mano de otros sistemas operativos. Durante este periodo, Microsoft ha multiplicado sus beneficios, dato que sirve a Gates para sustentar su gran argumento: su éxito no se basa en dudosas maniobras mercantiles, sino en la satisfacción del usuario. Sus críticos consideran que es precisamente la situación de monopolio lo que le permite mantener los precios en un sector donde los márgenes bajan en picado. Que el paisaje informático esté dominado por un único lenguaje arrastra desventajas culturales y para el consumidor, y han de erradicarse prácticas comerciales coercitivas. El gigantismo empresarial no es pecado, sobre todo en un sector en el que abundan las grandes corporaciones. Otra cosa es qué fundamenta este dominio. Será bueno aclararlo en este caso, en beneficio de la industria, de la misma Microsoft y de los usuarios.

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