_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De curanderos

JUVENAL SOTO

El pasado martes leí en la edición de este periódico que un curandero y santón de Baza está empeñado en levantar, para mayor gloria de sí mismo y por joder a la archidiócesis de Granada, un templo de cruz latina, de estilo románico y con dos torres de más de 50 metros de altura cada una. Me parece bien. Si el Dios de los cristianos levantó su iglesia apoyándola en un marengo de Judea llamado Pedro, por qué no levantará un piadoso rústico de Baza otra iglesia, apoyándola esta vez en 500 millones de pesetas y una finca de 45.000 metros que ya tiene apalabrados para llevar a cabo la obra.

También el Hijo del Dios de los cristianos fue curandero. Recuerdo que cuando yo era pequeño iba al colegio, allí unos hombres siempre amenazantes, con faldones negros siempre y un círculo pelón, con forma de hostia, arriba de sus cabezas, me hablaban de Cristo, un tipo que terminó sus días crucificado por extender la creencia en raras formas de amor y resucitar muertos, sanar a leprosos y comer y beber con zorras y otras gentes de mal vivir entre las que se contaban sus 12 discípulos. ¿Quién se hubiese plantado frente al Sanedrín de los judíos para proclamar que esa secta de locos mugrientos sería al final del siglo XX una de las más importantes asociaciones religiosas del mundo?

La totalidad de los curanderos que este planeta ha visto se empeñan en levantar edificios. Unos con la intención de recordarnos que allí vivió alguien que sanaba a las gentes que tenían fe en sus palabras y en sus hechos, otros por pasar el resto de sus días bajo bóveda y comiendo de la sopa boba. ¿Si el Vaticano es hoy un Estado con una guardia suiza, por qué no habría de ser Baza, así que pasen 2.000 años más, el centro de otra iglesia que se fundó a la sombra de dos torres de más de 50 metros y dos fajos de billetes de 250 millones de pesetas cada uno? Es cuestión de esperar a ver qué pasa.

De igual forma habrá que esperar para que veamos solucionado, si es que lo vemos, el descoco del Palacio de los Deportes de Málaga. Lo que había de arreglarse en 15 jornadas de trabajo, según Ferrovial y Celia Villalobos, lleva más de un mes en reparaciones misteriosas que nadie puede observar. Incluso la responsable última del disparate -la alcaldesa de Málaga- ha de pedir permiso a la constructora para contemplar el arcano de ese edificio del que únicamente sabemos que se cae. Parece que los curanderos levantan sus templos mejor que algunos políticos, o que algunas gentes metidas en la construcción y en la política por ganar pasta y por el afán de curarnos de espanto al resto de los mortales.

Informes, declaraciones, documentos visibles e invisibles, todo parece pedir que intervenga la autoridad judicial para poner orden en este mazacote de 2.000 y pico millones de pesetas puestos a secar al sol de la desvergüenza y el quebrantamiento. ¿Por qué asombrarnos ante el templo de un curandero de Baza, si con el edificio de la alcaldesa de Málaga podríamos extasiarnos? Cualquier crédito concedido a esta mujer es puro masoquismo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_