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Europa se baja del coche

165 ciudades celebran una jornada sin automóviles entre atascos y protestas de ecologistas y conductores

Los habitantes de 165 ciudades europeas, entre ellas Roma, París y Bruselas, tuvieron que abandonar ayer sus coches e improvisar desplazamientos en medios de locomoción no contaminantes. El transporte público funcionó, pero no fueron pocos los que prefirieron subirse a bicicletas, patines y coches eléctricos para apoyar una medida que tuvo como objetivo reivindicar los derechos de los peatones frente a la dictadura de los automovilistas.En París, una de las 66 ciudades francesas que participaron, la marea de coches que bajaba por los Campos Elíseos, a primera hora de la mañana, chocó frontalmente con las barreras policiales, y puede decirse que los irritados conductores apreciaron muy poco el estupendo jardín artificial orlado de árboles que dispuso el alcalde Jean Tiberi.

Miles de policías, trescientas cámaras y todo un estado mayor de especialistas de tráfico se aplicaron desde primeras horas del día a la tarea de frenar y encauzar la entrada del millón y medio de vehículos que llega a diario a la capital francesa.

La jornada "¿En la ciudad sin mi coche?" transcurrió envuelta en polémicas de signos contrapuestos, pese a que en muchos de los casos -no así en París, donde se cerraron al tráfico contaminante 250 kilómetros de calles-, las restricciones tuvieron un alcance testimonial. Las medidas, que una parte de la población considera insufribles, son juzgadas insuficientes y ridículas por los otros, que sueñan con encontrarse con una ciudad libre de coches.

Por contraste con el exitoso precedente francés del pasado año, saludado entonces con aparente unanimidad, puede decirse que la jornada de ayer abrió verdaderamente el debate. Se calcula que la polución atmosférica provoca en Francia unos 17.000 muertos anuales, que se suman a las 8.500 víctimas de la carretera y el ruido del tráfico, que molesta seriamente a una tercera parte de los hogares.

Eso sin contar las emisiones de gas carbónico, origen del calentamiento de la Tierra y fuente de catástrofes ecológicas.

La eficacia de la iniciativa fue cuestionada desde posiciones opuestas, como si la situación reclamara ya actuaciones de mayor alcance y menos testimonialismo: aparcamientos en las afueras, más y mejores servicios públicos, vehículos menos contaminantes y restricciones no esporádicas sino permanentes.

Con todo, el tráfico disminuyó sensiblemente en la capital francesa (en torno al 20%), y los barrios acotados ofrecieron ayer la estampa relajada de una mañana de domingo. Los coches eléctricos que la compañía EDF (Electricidad de Francia) puso a disposición de los informadores concitaron la curiosidad callejera, al igual que el modelo de patinete a motor eléctrico. Como correspondía a la jornada, el Gobierno en pleno quiso dar ejemplo desplazándose en autobús eléctrico, o en bicicleta.

Pese a la lluvia, persistente por la mañana, un pelotón de ministros, conducido, claro está, por la ministra verde, Dominique Voynet, hizo una entrada triunfal en el palacio del Elíseo donde asistió al consejo semanal. El punto lo puso la ministra de Empleo, Martine Aubry, que llegó en tándem, con su colega Claude Bartolomé, titular de la cartera de la Ciudad.

En Italia, uno de los países menos aficionados al transporte público, la jornada tuvo una aceptación desigual. Milán, la capital financiera del norte, había adoptado ya por su cuenta el domingo una medida similar, y en Roma, muchas de sus calles más emblemáticas quedaron reservadas para el transporte público.

El alcalde de Bolonia optó por no adherirse a las otras 92 ciudades italianas que participaron ya que, como muchos otros ecologistas, considera esta jornada demasiado simbólica y carente de beneficios duraderos para los peatones. Las organizaciones ecologistas Legambiente y WWF, por ejemplo, aseguraron que sólo el 0,5% del territorio de estos municipios quedó reservado para los peatones.

Génova cerró a los coches sólo dos calles, en protesta por la falta de atención al transporte público del Gobierno italiano, mientras que en Nápoles el tráfico descendió en un 60%.

En Bruselas, el italiano Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, quiso adherirse a la jornada, y acudió a su despacho en bicicleta, acompañado de algunos de los comisarios europeos y de otras autoridades belgas. Ninguno de los dos comisarios españoles, Pedro Solbes y Loyola de Palacio, se sumó al singular paseo. "Nunca monto en bicicleta", explicó De Palacio.

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