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Adrenalinas

Como una nueva modalidad de ruleta rusa, grupos de homosexuales norteamericanos practican hoy el barebacking, que consiste en acoplamientos múltiples y sin el uso de preservativos. La moda, al filo del SIDA, se acompaña en Estados Unidos con un nuevo auge de la pasión por el riesgo aquí y allá. En un deporte, el BASE jumping, con poco más de quince años de historia, se contabilizan ya 46 muertos, pero el número de los saltadores no cesa de crecer. En general, la totalidad de los deportes de mayor riesgo, sean las escaladas por las paredes de hielo a los descensos por los rápidos, los lanzamientos en paracaídas o las inmersiones a gran profundidad, han multiplicado el número de accidentados recientes. ¿Se aburre la sociedad de su existencia y necesita de estas anfetaminas?

Más o menos esta es la conclusión que la revista Time extrae de un rastreo por distintos territorios sociales. De hecho, no se trata tan sólo del deporte: en el otro extremo de la salud, la elite norteamericana incrementa el consumo de drogas duras, de la heroína principalmente, desde hace seis años. La sostenida prosperidad norteamericana en esta década, el relativo descenso de la inseguridad ciudadana, la desaparición de guerras propias y próximas, el aumento de la protección y la esperanza de vida ¿han contribuido a reducir la palpitación de existir?

Un reflejo más amplio de la situación es la fuerte tendencia, entre jóvenes, a fundar empresas de riesgo insólito y sobre las que además apuestan, con millones de dólares, las compañías financieras. Hasta una tercera parte de los muchachos y muchachas que se han licenciado en la escuela de negocios de Harvard en los últimos cuatro años se encuentran hoy involucrados en actividades mercantiles, muchas inconcebibles hasta hace poco.

A la calma chicha de un Occidente harto de sí mismo, sin grandes pasiones ni grandes ideas por las que pugnar, el corazón cultural responde con estos espasmos de histeria. A la pérdida de sentido general de la historia se añade esta salsa de adrenalinas que riegan la experiencia como el ketchup o el relish se aprestan a aliñar la comida basura, precocinada, repetida y despojada de sabor.

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