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Vendido el último palacete de la Castellana

El último palacete de época del paseo de la Castellana, que permanecía abandonado desde hace más de un lustro, acaba de ser vendido a una sociedad comercial registrada en Madrid,Casa Grande de Cartagena, SA. Fuentes de esta entidad dijeron desconocer el destino de la edificación y remitieron al próximo mes de septiembre para informar al respecto. La sociedad adquiriente está presidida, desde abril de este año, por Rafael del Pino y Moreno, presidente de la constructora Ferrovial. Las mismas fuentes precisan: "No tienen nada que ver una empresa con otra".El palacete recién vendido se alza en la esquina del paseo de la Castellana con la calle de Rafael Calvo. Posee un amplio jardín verjado, hoy poblado por una treintena de gatos, que abarca hasta la calle de Fortuny. La Guía del Colegio de Arquitectos, que identifica el edificio como palacete de don Eduardo Adcoch, establece que el edificio del paseo de la Castellana, 37, fue construido en el año 1906 por José López Sallaberry, arquitecto que ejecutó, asimismo, otras obras singulares como las del Casino de Madrid.

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Salones y gabinetes

El palacete, ideado para albergar un hotel, cuenta con sótano provisto de lavadero y bodega; consta de tres plantas, con numerosos salones, gabinetes y dormitorios, así como de varios miradores. La fachada, de piedra en tonos grises, presenta una mezcla de estilos en la que abundan elementos neorrenacentistas españoles, si bien predominan los de gusto francés de principio de siglo.

Cuenta el palacete con una torre de aguda cubierta amansardada; otra más con azotea rematada por pináculos, cuyo interior albergó un estudio fotográfico muy vanguardista en su época, y una escalinata de bella factura, a la que se accede desde un pórtico de entrada cubierto de vegetación que acentúa su aspecto solitario. La grifería procede de Liverpool. Su antigua propietaria, que lo adquirió por donación, fue Elena Pérez Sanjurjo, una dama de alcurnia, políglota y viajera, poseedora de una gran fortuna, que residió en Suiza y en su juventud patroneó yates, actividad a la sazón muy avanzada. Dejó de residir en su interior en torno a 1984, fecha en la que se trasladó a un hotel, donde vivió hasta su muerte, en septiembre de 1991.

Mediante un documento, legó el palacete a una empleada doméstica de nombre Isabel, que lo habitó durante algunos años. En un pleito posterior, la legataria reclamó por el palacete de Eduardo Adcoch una compensación multimillonaria. Los herederos notariales fueron una sobrina de Elena Pérez Sanjurjo, María Valvanuz Pérez Tordesillas, y un hijo de un primo de aquélla, residente en Cantabria, sobre los que había testado previamente ante un notario madrileño en diciembre de 1975.

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La actual operación de venta del palacete por parte de María Valvanuz fue notificada en el Registro de Madrid el pasado 2 de junio. El valor atribuido registralmente al palacete era de 500 millones de pesetas, si bien se desconoce el monto de la reciente venta.

Estado de abandono

El edificio, catalogado como singular, posee protección urbanística que veta la modificación de su fachada. En los últimos días, en su interior han comenzado obras de limpieza, habida cuenta del estado de abandono en el que se hallaba. Desde el pasado mes de julio, una agencia de seguridad que lo custodia impide su acceso y remite al informador a la empresa Ferrovial, en la que niegan cualquier vínculo con el palacete. Al estar rodeado por edificios de hasta 15 plantas, construidos sobre antiguos palacios como el de la antigua Legación húngara, el destino del último palacete de la Castellana preocupa a algunos vecinos, que temen que sea derribado, extremo éste que niega una fuente de la sociedad compradora.

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