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NECROLÓGICAS

Raúl Manglapus: el primero de Filipinas

En una sociedad donde los nombres hispánicos no suelen corresponderse con el conocimiento del español, Raúl Manglapus era (falleció en Manila el pasado día 25, a los 80 años de edad) la conspicua excepción: aún con apellido de sonoras resonancias tagalas, añadía un raro conocimiento, y una profunda pasión, por todo lo nuestro -que él también consideró suyo-. Era un hombre casi renacentista en sus conocimientos y aficiones. Dos veces ministro de Asuntos Exteriores de Filipinas: en 1957, bajo el presidente Carlos García, y en 1987 bajo Corazón Aquino -hizo de su vida pública un constante servicio a tres grandes causas: la Democracia, la integración nacional y el hispanismo-. Exiliado en Estados Unidos, durante los tiempos de Marcos, fue el fundador y el inspirador del Movimento para unas Filipinas Libres, que tanta trascendencia habría de tener en la recuperación democrática del país. Presidente de la Democracia Cristiana de Filipinas, hizo del partido un instrumento de gobierno y, sobre todo, un punto de confluencia para musulmanes y cristianos en una sociedad todavía dividida por barreras político-religiosas.Y no sólo tenía a gala Manglapus manejar un español preciso y bello; hizo todo lo que a su alcance quedaba para subrayar la memoria hispánica en el Pacífico oriental. En 1992 contribuyó decididamente a la convocatoria de la Conferencia del Pacífico Hispano-Asiático, que había de congregar, además de las Filipinas, las islas Marshall, la República de Palau, la Federación de Micronesia, la mancomunidad de las Marianas del Norte y el territorio de Guam. Un año después en Madrid, evocando aquellas iniciativas, ponía nombre a nuestras responsabilidades: "España" -decía Manglapus en la Casa de América un día del mes de mayo en 1993- "está llamada a ser nuestra intercesora y nuestra abogada frente a Europa, a las Américas y, en fin, al mundo. Que España se despierte, se agite, de su laudable pero ya anacrónica modestia. Existe un mundo hispano que sobrepasa Iberia y América. Hay otras regiones, hispanas, de igual validez".

El hombre de las grandes convicciones y de los grandes diseños era al tiempo un incansable conversador, un permanente curioso, un amigo dispuesto y servicial, todo afabilidad, todo cortesía. Y escondía, además, bajo su frágil y mínima apariencia oriental, variadas aficiones: cuántas de nuestras reuniones políticas no habrán acabado escuchando a Raúl Manglapus y a sus amigos versiones tan sutiles como contundentes de los grandes temas del jazz.

Maestro discreto, sombra benéfica, inspirador constante, la ausencia irremediable de Raúl Manglapus nos recuerda tanto lo que de él aprendimos como lo mucho que todavía nos quedaba por recoger de su ejemplo. Que el Padre de todos le reciba en su Gloria.- , presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados.

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