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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Todopoderoso Chávez

LA ABRUMADORA victoria de los candidatos de Hugo Chávez en las elecciones a la Asamblea Constituyente otorga al presidente venezolano un cheque en blanco popular de formidable alcance. La renovada confianza de los ciudadanos en el antiguo paracaidista que fue elegido jefe del Estado en diciembre -ésta ha sido su cuarta victoria electoral en ocho meses- muestra hasta qué punto los venezolanos han quedado escarmentados de cuatro décadas de alternancia política en las que los dos grandes partidos tradicionales, democristianos y socialdemócratas, esquilmaron las arcas del tercer exportador mundial de petróleo. La semana próxima, cuando se conozcan sus estatutos y su comité director, emergerán las primeras y cruciales indicaciones sobre el camino que ha de emprender la Constituyente. Chávez la quiere de poderes ilimitados -capaz de disolver el Congreso, elegir a los jueces del Supremo, autorizar la reelección presidencial o cambiar de nombre al país-, mientras que una oposición cada vez más irrelevante, aunque mayoritaria en el Parlamento, pretende acotar su actividad a la redacción de una nueva Constitución que sustituya a la de 1961.La mayoría de los venezolanos que han votado al Polo Patriótico, la coalición que sostiene a Chávez, lo ha hecho sin conocer con precisión el alcance de la Asamblea. Pero con la legítima esperanza de que una nueva ley fundamental cambie su miserable vida, combata la violencia y el paro creciente y contribuya a mejorar los servicios públicos básicos. La asistencia sanitaria, la justicia y la educación se han desplomado en los últimos años por causa de una corrupción radical y sucesivos recortes presupuestarios.

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A lomos de un populismo desbocado, Chávez, que protagonizó en 1992 un golpe contra Carlos Andrés Pérez, ha prometido desde que fue elegido que él hará la revolución. Y pese a los ataques de los dos desacreditados partidos tradicionales, que le acusan de ser un dictador en ciernes, el ex paracaidista, de 45 años, mantiene el sostenido apoyo del 70% de sus compatriotas, contra un 5% escaso para aquéllos.

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Pocas cosas, sin embargo, son más peligrosas que un poder sin contrapesos, en el que la voluntad de una sola persona puede moldear a su antojo el perfil institucional de un país. Y un cheque como el recibido por Chávez otorga al menos tanta responsabilidad como fuerza. Venezuela está inmersa en una reforma acelerada que ha suscitado muy amplias esperanzas entre los ciudadanos. Pero también algunas incertidumbres. Un país de 23 millones, que fue el nuevo rico de Latinoamérica gracias al petróleo, sufre hoy una severa recesión, con una contracción del producto nacional que puede llegar este año al 5% y un desempleo disparado. Este vértigo y las dudas sobre el horizonte político mantienen a la espera a los inversores internacionales. En estas circunstancias, y por clamoroso que sea el respaldo de las urnas, el encendido presidente venezolano haría bien en enfriar su triunfo y no iniciar un camino de confrontación total que podría resultar sin retorno.

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