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Tribuna:LA BÚSQUEDA DE LOS RESTOS DE VELÁZQUEZ
Tribuna
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La reliquia de Velázquez

Cada vez somos más los que no entendemos el objeto de la búsqueda de los huesos de Velázquez que deseo que tenga un final rápido y feliz, para que se dediquen tiempo y dinero al estudio de la obra velazqueña, que sin duda es lo realmente importante. También espero que no cunda el pánico y que a nadie se le ocurra buscar los huesos de otros hombres ilustres cuando hay numerosos temas prioritarios de investigación. Los economistas partimos de un supuesto muy simple, pero eficaz para analizar la realidad, el de la existencia de recursos escasos con usos alternativos. Entre estos recursos escasos podemos incluir los dineros públicos y privados y las cualidades de los buenos profesionales. Si aplicamos esta simple idea al tema que nos ocupa, la conclusión es obvia. Dados los reducidos recursos asignados a la investigación en las universidades y en el CSIC y el cualificado equipo constituido por arqueólogos, antropólogos, forenses, historiadores e incluso miembros de la Policía Judicial para la búsqueda de los huesos, ¿no sería más adecuado que se dedicasen dichos recursos monetarios y humanos a temas de investigación más fructíferos? Es decir, los talentos y dineros se podrían emplear en proyectos como el de Atapuerca que en los últimos meses ha dado resultados sorprendentes o en las excavaciones de restos romanos que se están realizando en localidades próximas a Madrid. Si preferimos diversificar y apoyar otros proyectos, los jóvenes investigadores tanto en España como en la Academia de Roma apreciarían que se apoyasen y alentasen sus trabajos basados en documentación inédita sobre la obra velazqueña, que insisto es lo verdaderamente importante.

Como historiador e investigador no encuentro sólidas razones que justifiquen la búsqueda y, lo que es peor, ni aun en el caso de que la misma arribara a buen puerto. El único documento que se conserva sobre el entierro de Velázquez es la partida de defunción de la que se desprende que murió don Diego el 7 de agosto de 1660 y que se enterró en la bóveda de la iglesia de San Juan Bautista, templo derribado por José Bonaparte con el fin de ordenar urbanísticamente la zona y hacer la actual plaza de Ramales. La mayoría de las biografías del pintor sevillano suelen reproducir un texto del sigloXVIII de Palomino de Castro y Velasco que describe con mayor precisión su entierro: "...Hízose todo el Oficio de su Entierro con gran solemnidad, con excelente Música de la Capilla Real, con la dulzura, y compás, y el número de Instrumentos, y vozes, que en tales actos, y de tanta gravedad se acostumbra. Assitieron muchos Títulos, y Cavalleros de la Cámara, y Criados de su Magestad; luego baxaron la Caxa, y la entregaron a Don Joseph de Salina, de la Orden de Calatrava, y Ayuda de Cámara de su Magestad, y otros Cavalleros de la Cámara, que allí se hallaron, y en hombros le llevaron hasta la Bóbeda, y Entierro de Don Gaspar de Fuensalida, que en muestra de su amor, le concedió este lugar para su Depósito...". A pesar del optimismo inicial, parece que se ha descartado la posibilidad de encontrar los codiciados restos en la plaza de Ramales, y todos los ojos miran ahora a San Plácido.

No se ha encontrado, por el momento, ningún documento que indique que el cuerpo de Velázquez fuese trasladado de la iglesia de San Juan Bautista a la de San Plácido. Si tal fuese el caso, de poca ayuda sería para identificar la momia encontrada en esta iglesia el que su vestimena tenga cosida una cruz de una orden militar. En primer lugar, habría que identificar si la cruz era de la orden de Santiago o de Alcántara. No obstante, muchos fueron los que en el siglo XVII solicitaron y obtuvieron un manto de una orden militar para disfrutar de los privilegios, entre ellos fiscales, aparejados a la nobleza. Los españoles consideraban como un alto honor vivir de las rentas no fruto de trabajo y no dedicarse a un oficio manual por "vil"; "servil" o "mecánico" hasta tal punto que un arbitrista en 1600, Martín González de Cellorigo, denunció que España parece "una república encantada" en la que nadie quiere dedicarse a un oficio productivo. Precisamente, uno de los obstáculos que Velázquez tuvo que salvar para obtener el hábito de la Orden de Santiago, siete meses antes de morir, fue el dedicarse a un oficio manual como la pintura. Un contemporáneo, preguntado por los miembros de la citada orden, para disculpar el genial desliz de Velázquez declaró: "siempre le he a visto tratarse con lustre y porte de ombre noble y prinçipal, sustentandose de su açienca y oficios onrrosos que tiene en el real palaçio y sin auer tenido ofiçio vil bajo ni mecanico, y que en quanto a el de pintor, dijo sabe lo a exercitado para haçer gusto a Su Magestad y para su real palaçio, sin auer sido examinado para exerçer este ofiçio ni auerse valido de el para vender sus obras ni sabe que aya tenido tienda...". Aunque Velázquez fue apreciado por FelipeIV, las artes plásticas en el sigloXVII no tenían la dignidad alcanzada en el presente siglo. La imagen de independientes, bohemios y dueños de su creatividad personal que tenemos de los pintores en el sigloXX, no la tenían los contemporáneos de Velázquez (el insigne pintor para sobrevivir en los últimos años de su vida desempeñaba el cargo de Aposentador Mayor de Palacio y tenía que ocuparse de asuntos nimios en detrimento de la pintura). La obra de Velázquez al conservarse en las estancias palaciega hasta la fundación del Museo del Prado en 1819 tardó en ser valorada. Goya fue uno de los primeros en apreciar la singularidad y modernidad del pintor de Las Meninas.

Por último, dado el estado de la momia encontrada en la bóveda de San Plácido de Madrid, ¿cuántos esfuerzos, dinero y tiempo de cualificados profesionales habría que utilizar para reconstruir las huellas dactilares o el rostro del pintor de Felipe IV y analizar "un pequeño fragmento de cabello cano" con el fin de proceder a la identificación? Si como economista e historiador no encuentro motivos para continuar con esta línea de investigación sobre Velázquez, a lo mejor es que he tomado un camino equivocado. Quizá la búsqueda se realiza por razones sentimentales, se quiere encontrar la momia de Velázquez al igual que se busca la reliquia de un santo para su devoción. Lo siento, carezco de este tipo de sentimientos, cuando observo una reliquia, siempre acabo admirando más el relicario que la reliquia propiamente dicha, es decir, la obra de arte más que el hueso. De todas formas, de reliquias estamos bien surtidos en Madrid, sólo hay que ir al monasterio de El Escorial o al de la Encarnación, este último por cierto muy próximo al lugar donde se realizan las excavaciones de la plaza de Ramales.

Luis Perdices de Blas es catedrático de Historia del Pensamiento Económico de la Universidad Complutense de Madrid.

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