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Hayek = Pinochet

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Esta absurda igualdad puede verse en una pintada en la Facultad de Económicas de la Complutense, que ha sido mi acogedor hogar académico desde hace más de veinte años, durante los que he mantenido numerosos y enriquecedores debates con mis colegas y alumnos, fuertes en el fondo y amables en las formas, como debe ser. Pero el signo que equipara al economista liberal con el dictador chileno resulta insultante para cualquiera que no sea un fanático. Puedo añadir un matiz personal porque a continuación de la igualdad aparecen ¡mis iniciales! El autor no sólo no firmó, sino que tampoco se atrevió a inscribir mi nombre por completo. En fin, dejemos su cobardía de lado. El caso es que no me habían injuriado de esta forma desde que fui objeto hace unos diez años de otros anónimos, aquella vez no murales sino postales, de un grupo fascista que me recriminó y amenazó por mis ideas liberales. Aparte de esta nueva prueba de la muy conocida concomitancia de los totalitarismos de cualquier laya, quizá merezca la pena despejar el disparate del mencionado e inicuo emparejamiento que degrada una pared de mi facultad en Somosaguas. Lo de Hayek se contesta en pocas líneas, porque ni una línea dejó escrita en apoyo a Pinochet, y en cambio las escribió a miles condenando de modo tajante las dictaduras de derechas e izquierdas. Muchos son los que ponderan su rechazo a las tiranías según la ideología de los tiranos; los liberales no.Se dirá que otro premio Nobel liberal, Friedman, sí tuvo tratos con Pinochet. Se reunieron una vez, en efecto, y el profesor de Chicago le escribió a continuación al dictador una carta que resumía las recomendaciones que le había formulado en materia de política económica: privatizar y abrir los mercados. Puede verse la carta reproducida en la reciente autobiografía de Milton y Rose Friedman, donde Milton cuenta irónicamente que después de Chile viajó a China, y les dijo a los dirigentes de Pekín exactamente lo mismo que había aconsejado en Santiago, pero jamás nadie le reprochó el haber "colaborado" con ese régimen comunista despótico.

Además de ser una injusta falacia, la pintada condensa una crítica habitual en los intervencionistas, que suelen alegar que la libertad económica no puede aplicarse si no es con violencia. Es un punto interesante, porque efectivamente es cierto que la libertad tiene numerosos enemigos, y se abre paso con notoria dificultad. También es verdad que esos enemigos se han aprovechado de la democracia, y que el intervencionismo de nuestro tiempo viene en no pocas ocasiones propiciado y avalado por la legitimidad democrática.

Esto dicho, sin embargo, la experiencia prueba que la libertad es indivisible, y que los avances y los retrocesos de la económica y las demás van de la mano; no es casual que los regímenes que suprimen el mercado también masacran las libertades civiles y políticas. Asimismo cabe argumentar que la libertad económica rara vez prospera merced a la violencia. La historia de las liberalizaciones de los mercados demuestra que no fueron sátrapas los que las empredieron por lo general. En España, por ejemplo, fueron políticos democráticos, y para colmo socialistas, los que iniciaron la presente y saludable tendencia a privatizar y desregular y abrir nuestra economía. Una mirada al mapa de las libertades permite concluir que la identificación entre liberalismo y violencia es la excepción, no la regla.

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Una nota final, de color. Al maniático autor de la pintada se le acabó el color negro, y parte de "Pinochet" está escrito en rojo. Cabe pensar en un acto fallido y en un reconocimiento de algo que está más cerca de la verdad: el desastroso Gobierno de Salvador Allende sí tuvo algo que ver con el golpe y la siniestra dictadura chilena.

Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense.

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