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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paciencia colombiana

EL PASADO 7 de enero se inauguraba en San Vicente del Caguán el diálogo de paz entre el Gobierno colombiano y la principal fuerza guerrillera del país, las FARC, para establecer rápidamente un orden del día y pasar cuanto antes a la negociación propiamente dicha. Desde entonces, sin embargo, han seguido menudeando los secuestros -entre ellos, el de tres españoles aún en cautiverio-, las acciones terroristas y, en general, la actitud desafiante de la guerrilla, sin que haya podido comenzar a discutirse nada sustantivo. El día 20 está prevista una nueva sesión prenegociadora, de la que, si tampoco sale nada, será como para empezar a pensar que la voluntad de paz las FARC es pura táctica. Quizá Bogotá no hubiera debido jamás llamarse a engaño y dar por sentado que las declaraciones de Manuel Marulanda sobre lo que se precisa para hablar en serio de paz son sinceras y no están concebidas como un mero punto de partida. Esas exigencias son que el poder legal combata a los paramilitares -la contraguerrilla mercenaria de latifundistas y narcos- y empiece un canje de prisioneros entre la autoridad constitucional de Bogotá y la autoproclamada de la montaña. Aunque el reciente pase a retiro de dos generales conocidos por sus lazos con la contra parece una paga y señal de la primera cuestión, y algún intercambio de presos se podría concretar de aquí a unos meses, cuando los instrumentos legales lo permitan, como respuesta a la segunda, es probable que Marulanda sólo acepte un pago total, sin cantidades a cuenta, para ponerse a negociar.

Si esos malos presagios se confirman habrá que convenir en que el presidente Pastrana se ha visto sorprendido en su buena fe, y en que, sin negar que el líder de las FARC puede que abrigue alguna ilusión de paz, la prenegociación, tal como la conocemos, no conduce más que a la extenuación política del poder.La guerra, con el apoyo internacional que sea menester a Bogotá, debería ser entonces la única respuesta. Las FARC han de saber, como sostiene el ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda, que este ballet diplomático, como si se tratara de contactos internacionales entre dos naciones soberanas, no puede ser eterno.

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