Perejil gigante
Todo el invierno ha estado desnudo el arbusto que de vez en cuando se entremezcla con los robustos y pinos firmes de Cazorla. En los pequeños claros donde la humedad está presente, las ramas desnudas, adornadas con alguna que otra espina, empiezan a vestirse con bellas y delicadas flores blancas y unas curiosas hojas que más bien recuerdan al perejil por su forma. Los espinos o majuelos responden a la llamada del equinoccio de primavera y despiertan toda su vitalidad para poner en marcha un mecanismo tan antiguo como la vida. Las reservas existentes en las yemas están dando lugar a diversos crecimientos de cada rama. Tallos y hojas salen como por arte de magia de la nada. La savia circula en una fina capa entre la corteza y la parte leñosa de los tallos trasladando nutrientes allí donde se demanden. De esta fuerza intermitente de la vida dependen insectos, aves y mamíferos. Resulta curioso que nos sorprendamos ante lo natural y eterno, pero está claro que el distanciamiento del medio natural, cada vez mayor, nos hace contemplarlo más como un elemento estético y un tanto mágico, que como algo lógico de lo que dependemos en todo momento aunque no queramos darnos cuenta.