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Marcos, Vázquez Montalbán y el liberalismo

Leo en EL PAÍS una larga entrevista de Manuel Vázquez Montalbán con el subcomandante Marcos, el famoso filósofo metido a guerrillero. El conocido escritor izquierdista español le entrega unos chorizos al mexicano y ambos despotrican contra el liberalismo.Preocupado está Vázquez Montalbán por las violaciones de los derechos humanos "en plena orgía de modernización neoliberal". Me interesa mucho esto, porque los gobiernos liberales no violan los derechos humanos; son los no liberales los que los violan. Por ejemplo, la dictadura cubana. Será, me temo, difícil esperar un encendido alegato de Vázquez Montalbán en defensa de las libertades en Cuba. Pero sigo adelante con esta entrevista compleja, porque nunca se sabe quién pregunta y quién responde, tal es la irreflexiva adhesión del peninsular al vago marxismo aborigen del centroamericano.

Marcos, escasamente indígena, confiesa abiertamente lo que le pasó: otro señorito que va a hacer la revolución, el pueblo no le responde y él, al revés que el Che Guevara, no sigue adelante caiga quien caiga, sino que, véase el impacto de la informática, "modificamos nuestro comportamiento interactivamente". Sigue Marcos: "El cambio histórico no se debe hacer a costa de la exclusión de un determinado sector de la sociedad". Interesantes, porque en otras circunstancias sí se ha hecho a costa de la exclusión, y así ha sido efectivamente en medio planeta, donde los comunistas excluyeron a sangre y fuego al pueblo que no los siguiera dócilmente. Marcos es ahora tolerante: "No estamos planteando que todos deben ser indígenas y que todo el que no sea indígena tenga que desaparecer". Menos mal.

Se apunta Marcos a cuanto topicazo intervencionista quede aún por ahí: "El problema cultural de una Europa asediada por el proyecto anglosajón de cultura". También habla, faltaría más, de "la juventud en paro", pero no pierde ni un minuto en pensar por qué hay más jóvenes en paro en Barcelona que en Nueva York. ¿Será la famosa "solidaridad" europea?

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Pero la gran bestia negra de estos dos ilustres amigos de la humanidad es el liberalismo, al que describen como un materialismo salvaje, "sociedad del despilfarro y del simulacro, activada por la depredación de los recursos naturales y la venta del aparato económico del país a las multinacionales... no es el zapatismo sino el neoliberalismo el que lleva a la opción: permanencia y lucha o desaparición y muerte".

Se arrebata Vázquez Montalbán con esta tontería: "Para el liberalismo, extirpar la memoria significa dejar la historia sin culpables, sin causas. Y eliminar la utopía deja al presente y lo predeterminado como única opción".

No pretendo ser una autoridad en liberalismo, ni en nada. Apenas me he pasado un cuarto de siglo estudiando esta doctrina, conozco a sus defensores actuales, a quienes veo regularmente en la sociedad Mont Pèlerin, de la que soy miembro, he leído a todos sus voceros y traducido a algunos de los más autorizados, desde Adam Smith hasta Friedrich A. von Hayek. Nunca jamás he visto ni escuchado a ningún liberal que diga nada parecido a lo que dicen Marcos y Vázquez Montalbán que es el liberalismo. Me resulta muy sospechoso. Tengo para mí que se lo están inventando.

Al final reconoce el español: "El subcomandante es algo teatral". No. No es eso. Que recuerde a Rigoberta Menchú y recuerde que entre el teatro y el camelo hay un abismo. El actor de teatro miente, sí, pero antes avisa. Otros no.

Redacta esta diatriba antiliberal un señor que tiene el insólito privilegio de escribir tres páginas, tres, en EL PAÍS. Supongo que llamará a eso, a disfrutar de tres páginas en el primer periódico de España, la operación salvaje del capitalismo globalizado e inicuo.

Ya nos gustaría a los liberales contar con tres páginas en este diario, en vez de escribir en él de Pascuas a Ramos, mientras que los antagonistas de la libertad económica predican todos los días. Y encima se quejan del mercado.

Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense.

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