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El modelo de Girona

Es una herencia consolidada en estos últimos 20 años que la política de la izquierda catalana se ha manifestado en la eficaz gestión municipal de buena parte de las capitales más representativas: Barcelona, con Serra, Maragall y Clos; Girona, con Joaquim Nadal, y Sabadell, con Antoni Farrés. Se trata de un fenómeno asumido de manera colectiva y expresado en las formas del urbanismo. Por su capacidad de promoción, el modelo de Barcelona -con su envergadura y su evolución- ha sido el que más relevancia ha alcanzado, haciendo sombra a otros casos como el de Girona. Por sus intervenciones en el centro histórico -rehabilitando las fachadas de las casas de la margen izquierda del río Onyar, instalando parte de la Universidad de Girona en antiguos edificios, creando el nuevo paseo de la Muralla, restaurando los Baños Árabes, rehabilitando particulares e instituciones los palacios, las casas y los patios del Call judío-, se demuestra que Girona construye su presente basándose en su historia. Parece que la ciudad mire hacia Italia y se contemple en las calles y en las aguas de Florencia y Venecia. En este sentido, una de las características del modelo de Girona sería su capacidad para intervenir adecuadamente en la arquitectura histórica, en los tejidos urbanos preexistentes y en los paisajes dados. Sus promotores y sus técnicos han demostrado una gran habilidad para que se note lo que es intervención nueva y que, al mismo tiempo, lo moderno dialogue con gran intensidad con lo antiguo. Se da una reinterpretación de los mecanismos de una parte de la arquitectura moderna italiana de después de la II Guerra Mundial para engarzarse en lo preexistente; una facilidad para el detalle, para el collage de materiales y para asumir la idea de provisionalidad y temporalidad que estaba en las obras de Carlo Scarpa. Por su formación, los responsables de la política municipal de Girona parecen felizmente tocados por una reflexiva y sabia mirada hacia la historia. Entre Girona y Barcelona hay varias diferencias: la sabiduría para integrar lo nuevo en lo existente y el poco énfasis en la publicidad caracterizan a Girona; al mismo tiempo, la menor capacidad que se ha tenido en Girona para hacer aportaciones en los conjuntos de nueva planta. Ello se evidencia en el poco interés arquitectónico de los nuevos edificios aislados fuera del casco antiguo -si exceptuamos el Banco de España, de Clotet y Paricio; el pabellón deportivo de Fontajau, de Esteve Bonell, y la nueva Facultad de Derecho en el campus de Montilivi, de Aranda, Pijem y Vilalta. El nuevo campus universitario de Montilivi, en las afueras de Girona, planeado por Arcadi Pla por encargo del Comisionado de la Universidad de Girona, es poco afortunado por su falta de previsión de espacios públicos, ausencia de elementos de relación urbana, inadecuada situación de cada facultad en unas pastillas rectangulares sin identidad ni espacio suficiente, e incapacidad para adaptarse a la topografía. Por otra parte, el nuevo conjunto residencial y el gran parque público de los antiguos cuarteles, de Martorell-Bohigas-Mackay, tampoco constituye ninguna aportación más allá de los modelos establecidos: el conjunto residencial es anacrónicamente simétrico y monumentalista, formalmente apático y poco ambicioso. Estos arquitectos han creado obras mejores inscribiendo las intervenciones residenciales en tejidos urbanos ya existentes -desde aquellas emblemáticas "manzanas casi cerradas y calles casi corredor" de los años setenta hasta una obra maestra como las viviendas en la Kochstrasse de Berlín con motivo del IBA- que proponiendo morfologías autónomas. Girona ha acertado en sus radicales reformas viarias de la periferia y en la proliferación de nuevos puentes

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