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Teologías

DE PASADAAntonio Cañizares, cuando tomó posesión del Arzobispado de Granada, dio dos órdenes precisas: que le compraran un automóvil para viajar cómodo a su anterior destino, Ávila, donde organizó una Universidad Católica que, en el curso más propicio, atrajo apenas a un centenar de estudiantes, y que desempolvaran de los almacenes catedralicios una enorme silla arrumbada por sus antecesores y la colocaran en el altar mayor para sus reposos litúrgicos. Muchos feligreses se preguntaron para qué quería un asiento tan grande un arzobispo tan chiquito. Pronto quedó aclarado: quería una silla gigantesca para ejercer con majestad una teología fundada más en la liberalidad y la libre competencia que en la liberación. La encomienda al Opus Dei de una parroquia a costa de relevar a Manuel Moreno, un cura progresista, es uno de los resultados prácticos de esta vena teológica. Más complicado resulta encajar dentro de alguna teología conocida las justificaciones dadas por el delegado de Cultura de la Junta de Andalucía en Granada, Enrique Moratalla, para invertir 4,5 millones de pesetas en la restauración de la milagrosa escultura del Cristo de los Favores. Los restauradores quieren fijar con remiendos marmóreos y tornillos las facultades "devocionales" a la imagen, que ya ha perdido varios dedos y quién sabe si la capacidad sobrenatural correspondiente a alguna de las falanges y falangetas desprendidas. Dado que el Cristo no es un bien de interés artístico, Moratalla lo ha parangonado -¡bendito sea Dios!- con el toro de Osborne. Bien mirada, esta teología iconográfica que funde dos devociones complementarias -la del toro y la de las imágenes piadosas- es una simbiosis de Andalucía que en cierto sentido se puede considerar certera. Lo raro es que haya que recurrir a tan peregrinas predicaciones para justificar que una Administración laica pague la recomposición de un cristo. Hablando de seres sobrenaturales: la descripción que hizo el delegado del Gobierno de la Junta, Jesús Quero, del alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, tras descubrir su semblante en una agenda para personas mayores editada por el propio Ayuntamiento -"ese anciano de barbas que aparece profusamente retratado"- le ha conferido cierto aire de abuelo manso o, quizá, de dios menor atribulado por las vengativas profecías de Javier Arenas. ALEJANDRO V. GARCÍA

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