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Blatter decide mover ficha

Luis Gómez

Buena parte de las reacciones por el anuncio de una Copa del Mundo bienal se han dirigido aceleradamente hacia el manido asunto del calendario, bajo el supuesto de que, en la lucha por el botín del mercado futbolístico-mediático, el objetivo de todo organismo que se precie es organizar una competición más para vender un producto más sin atender a la salud del futbolista. Sin embargo, no parece que la inteligencia de dirigentes como Blatter sea tan estrecha como para no reconocer que la productividad de los futbolistas tiene un límite. La cuestión capital no está en estirar al máximo el esfuerzo de los futbolistas para sacar provecho de ello. La cuestión capital es reequilibrar el mercado del fútbol. La lectura es bien simple: ¿de quién es propiedad el fútbol profesional?, ¿de los clubes o de las federaciones?, ¿de los equipos profesionales o de las selecciones nacionales?.

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La FIFA y la UEFA se enfrentan por el proyecto de un Mundial cada dos años

Blatter parece haber entendido que la UEFA ha perdido la batalla con los grandes clubes europeos, representados en el conocido G-14, que se aprestan a reorganizar para un futuro el fútbol de alto nivel de acuerdo a sus intereses comerciales. Blatter, como cualquier dirigente, es consciente de que una Superliga europea independiente terminará concentrando en 14 o 20 equipos a los mejores jugadores del mundo sin discusión. Y, a partir de ahí, esos clubes estarían en disposición de dirigir el fútbol. Por tanto, a la vista de esa derrota, Blatter ha terminado por poner una piedra en el camino: un Mundial cada dos años.

Un Mundial cada dos años significa colocar en el mercado audiovisual un nuevo producto, no necesariamente ampliar el número de partidos que ha de disputar un jugador de élite. Teniendo en cuenta que el dinero de los grandes grupos mediáticos tiene un límite, ¿cuánto vale la Liga de Campeones si cada dos años se disputa un Mundial? Su valor en el mercado bajaría dada la evidente competencia de una Copa del Mundo unida a la fase de clasificación correspondiente.

La batalla por el reparto del pastel se celebra en terreno europeo y entre dirigentes (y políticos) europeos. Los Gobiernos de la Unión Europea quieren ahora defender la identidad de las selecciones, pero no saben cómo hacerlo. Les queda el vehículo de las federaciones, pero son conscientes de que la UEFA no controla la situación. Y la FIFA se ha puesto de su parte para intentar sacar provecho. Por tanto, no ha sido extraño comprobar cómo ayer mismo la UEFA se oponía al proyecto de Blatter, pero no algunas de las federaciones europeas de más peso. Blatter quiere ahora echarle un pulso a los grandes clubes y quiere aliados de peso, entre otros, algunos Gobiernos. Ése es su objetivo.

Al margen quedan otras cuestiones. El calendario es una, compartir el salario de los grandes jugadores es otra. Pero no es lo mismo negociar calendarios en posición de debilidad que hacerlo con fuerzas equilibradas. Los clubes iniciaron la partida aprovechando la oferta de Media Partners. Blatter acaba de mover ficha.

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