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El "detective" de Servet

Miguel Servet (Villanueva de Sijena, 1511-Ginebra, 1553) no sólo fue un gran médico, descubridor de la circulación de la sangre, sino que debe ser considerado también como cofundador de la farmacología moderna. Así lo sostiene el médico e investigador Francisco Javier González, que ha hallado dos obras manuscritas hasta ahora desconocidas del célebre galeno aragonés quemado vivo en la hoguera en Ginebra por orden de Calvino, así como de un sorprendente homenaje póstumo tributado por cuatro editores franceses de Lyon que burlaron a la Inquisición publicando fragmentos de la obra del científico español. Francisco Javier González, pediatra del Hospital Reina Sofía de Tudela (Navarra) posee tres premios nacionales de investigación médica y se ha convertido por una casualidad en uno de los máximos conocedores de la obra de Miguel Servet, un auténtico detective del rastro escrito dejado por el científico aragonés, en palabras de John Riddle, presidente de la Academia Americana de Farmacia y uno de los grandes expertos mundiales en el teólogo, filósofo, geógrafo, astrónomo, físico y médico español. En 1995, cuando González preparaba una conferencia sobre su localidad natal, Sesma, halló en la casa parroquial del pueblo viejos libros entre los cuales había un Dioscórides, o tratado clásico de farmacología, editado por Servet e impreso en Lyon (Francia) en 1546. El hallazgo adquirió gran repercusión por su importancia y atizó el gusanillo de González para seguir investigando la figura del autor. Tres años después, el pasado mes de septiembre, González presentó en el Congreso Internacional de Historia de la Medicina celebrado en Túnez y posteriormente en el congreso nacional celebrado en Santiago de Compostela, el fruto de su investigación. Éste no es otro que el hallazgo en la Biblioteca Nacional de Madrid de un tratado de compuestos, el Dispensarium o Enquiridion, un recetario que contiene 230 fórmulas farmacológicas elaboradas por Servet para tratar todo tipo de dolencias mediante el uso de elementos animales, vegetales y minerales cuya existencia era desconocida. Se trata de un libro impreso en 1546 que se creía anónimo y en el que se incluyen también recetas del farmacéutico Teobaldo Lespleigney, considerado el padre de la medicina francesa. Además, González ha descubierto en este tiempo el libro de trabajo de Servet, un ejemplar único, manuscrito, con cientos de anotaciones y correcciones realizadas sobre las páginas de un Dioscórides de 1537 atribuido al médico Corronio. Por último, y también en la biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, el investigador halló otro Dioscórides editado en 1554, al año de la muerte de Servet en la hoguera, en el que los cuatro editores de Lyon con los que divulgaba sus obras (Vincent, Frellon, Rovilio y Arnoullet) burlaron la prohibición inquisitorial publicando una edición única con textos del médico Mattioli y otros de Servet que, sin embargo, aparecen sin alusión alguna a su origen para evitar el castigo inquisitorial. González destaca la peripecia humana de Servet, condenado a la hoguera por católicos y protestantes, en permanente rebeldía científica contra el poder académico, político y religioso y los consecuentes problemas que ello le provocó a la hora de publicar y difundir sus escritos, a veces divulgados de forma semiclandestina, ocultando su identidad o usando en ocasiones el seudónimo de Miguel Villanueva. Beca de Salud Los hallazgos han sido corroborados por el profesor John Riddle, presidente de la Academia Americana de Farmacia e historiador en la Universidad de Carolina del Norte (EEUU), además de una de las máximas autoridades mundiales sobre Servet. De igual forma, expertos paleográficos cotejaron la escritura de los hallazgos con el Manuscrito de París, el libro en el que Servet describe en 1546 la circulación de la sangre, y con otros textos del mismo autor como el Tratado universal de los jarabes o la Restitución del cristianismo, constatando la autenticidad de las anotaciones. González disfruta de una beca del Departamento de Salud del Gobierno de Navarra, una de cuyas fundaciones lleva el nombre de Miguel Servet, que le permite compatibilizar su tiempo de trabajo con la que se ha convertido en su gran pasión de investigador: descubrir nuevos libros inéditos de Miguel Servet.

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