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Reportaje:

Ecólogos y economistas empiezan a encontrarse

El lento camino de adjudicar un valor a los servicios medioambientales como forma de protección

La colaboración de economistas y ecólogos en la investigación es un camino ya implantado para abordar problemas medioambientales como la conservación de la biodiversidad, el cambio climático y la gestión de bosques, áreas de pesca y combustibles fósiles, pero hasta hace poco, los economistas y los ecólogos, a pesar de cooperar, han tendido a seguir trabajando desde su respectiva disciplina, pero con una jerarquía tácita entre ambas: aquéllos conocidos como economistas de medio ambiente y recursos formulaban el problema, mientras que los ecólogos proporcionaban los datos básicos.Sin embargo, esta jerarquía se ve actualmente desafiada por dos escuelas de una disciplina más moderna conocida como economía ecológica. En términos generales, los economistas ecológicos ya no aceptan la ecología como una subdisciplina de la economía medioambiental y de recursos. Y quieren que los ecólogos profesionales desempeñen un papel más importante a la hora de establecer -y no sólo de alcanzar- los objetivos relativos a la investigación de la conservación. Ambas escuelas también comparten la convicción de que adjudicar un valor económico a los servicios medioambientales es una forma de centrar la atención en la importancia de la protección medioambiental.

Neoclásica

Pero ahí acaban las coincidencias. Mientras que la primera escuela quiere trabajar dentro de los parámetros de la economía neoclásica, la segunda se niega a hacerlo y, un poco ambiciosamente, quiere que la economía ecológica sea considerada como una disciplina completamente nueva en la que economistas y ecólogos trabajen en igualdad de condiciones junto con todos los demás interesados en la resolución de los problemas medioambientales. La economía ecológica surgió a mediados de los años ochenta, en parte de la sensación de que la economía medioambiental y de recursos se estaba implicando innecesariamente en problemas teóricos relativamente insignificantes. Stephen Farber, economista de la Universidad de Pittsburgh, afirma: "Los economistas medioambientales y de recursos se dedicarán a hacer ecuaciones diferenciales mientras el mundo se derrumba".Había otro factor más político: un intento de los ecólogos de desempeñar un papel más importante en la elaboración del programa de investigación medioambiental/económica junto a los economistas en lugar de, como apunta un observador, ser sus investigadores a sueldo.

La primera escuela, de corte más tradicional, tiene estrechos vínculos con el Instituto Beijer de Economía Ecológica de Estocolmo, fundado por la Real Academia Sueca de las Ciencias en 1991 como centro de investigación virtual para los principales ecólogos y economistas del mundo.La segunda escuela, más radical, gira alrededor de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica (SIEC), cuyos 1.500 miembros tienen unos antecedentes más diversos que los integrantes del Instituto Beijer. Sólo alrededor de dos terceras partes son ecólogos y economistas; una minoría está formada por economistas ex marxistas.

La inspiración de la SIEC tiene su origen en Herman Daly, conocido, entre otras cosas, por difundir la idea de que el periodo de tiempo durante el cual los recursos naturales de la Tierra se pueden consumir al ritmo actual tiene un límite, y de que este límite no está lejos. Daly cree que es necesario encontrar la forma de reducir el consumo humano -calculado según el ritmo de crecimiento económico- pero sin rebajar la calidad de vida.

El compromiso de Daly con este objetivo es una de las razones de que muchos de los miembros de la SIEC se sientan inclinados a poner en duda la economía neoclásica. No comparten el optimismo de los economistas neoclásicos según los cuales una combinación de tecnología, regulación y mecanismos de mercado será suficiente para solventar problemas medioambientales como la escasez de energía y alimentos.

Robert Costanza, uno de los fundadores de la SIEC, afirma: "En vez de decir "somos los ecólogos, vamos a estudiar las plantas y los animales", reunimos a todos los interesados -ecólogos, economistas, administradores de reservas naturales y lugareños- y decimos: "Aquí hay un recurso que nos interesa veamos cómo lo entendemos y cómo lo gestionamos".Costanza añade: "Creamos un modelo con todos esos grupos. El resultado es un modelo que no es un modelo ecológico, ni un modelo económico, sino un modelo integrado".

Un ejemplo de cómo se plantea la SIEC un problema desde el punto de vista de la economía ecológica lo da Richard Norgaard, presidente entrante de la SIEC. Norgaard comenta que, a la hora de evaluar la contaminación industrial, un economista neoclásico restaría los costes de la contaminación (por ejemplo, en términos de cambio climático o de daños para la salud humana) de los beneficios calculados según la producción industrial y el empleo. Según Norgaard, basándose en este análisis, un economista neoclásico calcularía lo que, en su opinión, sería un nivel sostenible de contaminación, por lo general una cantidad cuyos beneficios son mayores que los costes. En cambio, Norgaard afirma que un economista ecológico tendría en cuenta elementos adicionales, como el derecho de las futuras generaciones a un medioambiente limpio. Esto tendría como resultado un nivel de contaminación inferior.

Norgaard reconoce que esta visión de la economía ecológica todavía no está lo suficientemente desarrollada como para poder ofrecer recetas para gestionar eficazmente los recursos medioambientales o para no perjudicar la calidad de vida. Pero cree que, con el tiempo, esto llegará: "Recuerden que tardamos 15 años en organizarnos".

Falta de rigor

¿Qué conclusión sacan de todo esto los miembros de la escuela Beijer? Aunque algunos estén de acuerdo con los objetivos generales de la SIEC, a la mayor parte de ellos no les convencen los métodos, que creen carentes de rigor intelectual.Karl Göran Mäler, director del Instituto Beijer, es uno de los críticos más mordaces y decidió no invitar a algunos miembros destacados de la SIEC a una reunión celebrada el mes pasado en el instituto con el fin de redactar un documento de consenso sobre la valoración del medio ambiente. Pero Partha Dasgupta, ex presidente del Instituto Beijer, cree que muchas de las diferencias entre las ramas se reducen en gran medida a diferencias retóricas y no de contenido.

La economía ecológica, según una definición propuesta por Norgaard y Costanza tiene como fin proporcionar un marco para la distribución equitativa de los recursos y derechos de propiedad entre la actual generación de humanos, entre las generaciones actuales y futuras, y entre los humanos y otras especies. Esto no suena como la definición de una disciplina académica corriente. Más bien sugiere que tiene un claro programa social.

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