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TV EN CHANCLAS Ilustre fregona

No exige el televidente de los espacios cocinados expresamente para el verano que tengan la sustancia de un curso de ampliación de estudios ni la seriedad de una tragedia griega. El televidente, que sabe transigir y soporta el castigo como un púgil experimentado, ha de reconocer sin embargo que, entre el jueves y el viernes, sucumbió como un escuerzo tras contemplar, durante hora y media -descontadas las pausas de publicidad-, el programa Ni contigo ni sintigo, concebido por Canal Sur para mitigar la abulia de las noches de verano y cuya filantrópica meta es enseñar deleitando. Durante noventa minutos cuatro cómicos se dedicaron a improvisar chistes y acumular experiencias ajenas sobre un hecho científico sin precedentes: la invención de la fregona. ¡Cómo lo oyen! A pesar del bochorno nocturno, el ocioso espectador acabó aterido, presa de escalofríos y raros espasmos pues confundió las reminiscencias del programa con la ceniza de un mal sueño. El mérito principal de quienes perpetraron el programa consistió precisamente en reflexionar durante una eternidad sobre el cubo, el escurridor, el palo y el mocho con total impunidad y sin sentido del ridículo. ¿No pensaba Hamlet con una calavera? Un cómico prudente hubiera compartido el programa con cuatro o cinco inventos más, para repartir culpas. Pero los responsables de este espacio han preferido contar "de forma divertida" un invento cada semana. El televidente cree que sería de justicia que el último que motivara la reflexión de los nuestros cómicos fuera la invención del programa Ni contigo ni sintigo. Sería un saludable ejercicio de metafísica. Sobre un fondo sonoro de risas y carcajadas -que subían de intensidad al margen del ingenio de la frase que celebraban- los presentadores fueron desgranando sus sutiles pensamientos. Los hubo de todo tipo: artísticos ("La escoba no fue inventada por Manolo Escobar"); feministas ("O inventan la fregona o me traslado de sitio"); médicos ("Dos de los grandes enigmas de la humanidad son cómo funciona la fregona y si se tiran pedos los peces"), y dramáticos ("Soy Concha Mocho y vendo mi casa por culpa de la fregona de mi vecina"). Pero aun así fueron insuficientes y los conductores del programa salieron a la calle e interrogaron crudamente a ancianos y a niños, poniéndolos contra las cuerdas ("¿Qué haría sin fregona?, ¿sabes manejar la fregona?"); entrevistaron a los inventores de la fregona electromagnética y la plegable; emitieron videos de golpes, caídas y porrazos al compás del estribillo sindical "fregona para limpiar./Yo soy un ser humano" y, en un acto imperdonable, requirieron y lograron la complicidad de compañeros de otros programas de Canal Sur que expusieron sin pudor su experiencia con el cubo y la fusta. Oyendo a tanto perito en mochos, el televidente perdió el sentido del tiempo y el espacio, quedó dormido y cuando despertó, tiritando, creyó que fue una pesadilla.

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