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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El propio camino

La mayoría de las personas, con los años acumulan más grasas que sabiduría. Las ideologías asumidas condicionan al hombre limitándolo. Bien es verdad que nadie puede ser objetivo, ya que cada cual ve el mundo con sus propios ojos. Pero si a esto le añadimos la influencia exterior de una ideología indiscutida, los condicionantes que acentúan la estrechez de miras se agravan. Los hombres religiosos que intervienen en política se contradicen. A no ser que consideren la religión como una forma de hacer política. La religiosidad ortodoxa se vive dentro del imperio del dogma, paradigma de lo estático. Mientras la política es la administración de la vida en comunidad. Lo que requiere movilidad ideológica, adaptación a lo vital. Y la vida es cambio constante.La ignorancia, el odio y el egoísmo son las raíces de casi todos los males que nos afectan. Y no hay mayor generador de odios que el pretender ignorar la legitimidad de otras creencias. Quien pretenda estar en posesión de la única verdad es el más equivocado. Sólo que su egoísmo y autocomplacencia no se lo dejan ver. No en vano la soberbia fue el primer pecado, y sigue siéndolo entre quienes se creen elegidos. Generosidad, comprensión y compasión son las claves para la convivencia.

Cada cual ha de andar su propio camino, nadie lo puede hacer por otro. No esperes que alguien lo haga por ti. Si buscamos la luz la encontraremos. Dentro y fuera de nosotros. Si no avivamos nuestra luz constantemente quedaremos en las tinieblas. Los actos generosos crean concordia. El egocentrismo construye más barreras.

Ejemplos de lo funesto que resulta el mezclar reglas políticas con dogmas religiosos los vemos todos los días. No hay un solo conflicto armado en la Europa contemporánea que no haya sido alimentado por odios religiosos. Los odios de los buenos, de quienes se creen buenos, son los más intensos, duraderos y destructivos. Porque quienes los dirigen les hacen creer que luchan en el lado del bien, de la luz, de la justicia, de Dios. ¿Desde cuándo es legítimo predicar el odio en nombre de Dios? A quienes pretenden gobernar así en la Tierra como en el cielo, entre tanta inmensidad, se les escapa un pequeño detalle: considerar que la felicidad humana, hoy, aquí y ahora es importante.- . Gran Canaria.

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