_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Al presidente de la Diputación de Valencia

La reciente liquidación de la IVEI ejemplifica el drama de una sociedad que -tras 20 años de democracia- ni siquiera en el ámbito de la producción cultural y de la investigación científica ha sabido encontrar esa mínima base consensuada que permite al individuo sentirse miembro de una comunidad a pesar de las divisiones que inevitablemente la recorren. Este hecho ha tenido su reflejo en la peripecia personal de quienes nos hemos visto obligados a velar la agonía de la Institución y asistir a su entierro. Como ni usted, presidente Tarancón, ni el diputado de Cultura, Antonio Lis, han tenido a bien a dedicar cinco céntimos del tiempo que ha durado este proceso a escuchar a sus funcionarios, me va a permitir que le explique ahora lo que no tuve ocasión de hacer antes. A finales de 1983 me incorporé a la Institución Alfonso el Magnánimo desde otro Departamento de esa Diputación. El Decreto de Presidencia por el cual se me adscribía a lo que ya se conocía como el Magnànim invocaba "las necesidades del servicio". Debo señalar, no obstante, que también se tuvo en cuenta mi opinión y que acepté de inmediato el traslado. Al fin y al cabo se trataba de colaborar en un proyecto que se estaba mostrando fecundo para la sociedad que lo sustentaba. Mis expectativas en lo que luego sería la IVEI se cumplieron en todos los sentidos. Nunca me arrepentiré de haber tomado aquella decisión. Fueron años muy buenos durante los que vi consolidarse un equipo estable de 18 empleados públicos que permitió trabajar con más sosiego (pero no con menos ilusión) a la media docena escasa que había conocido los heroicos primeros tiempos del Magnànim bajo el mandado del presidente Girona. Digo primeros tiempos porque cosa diferente fue la época de don Arturo Zabala, persona elegante y discreta que siguió yendo por la IVEI como por su casa y que enseguida se ganó el respeto y el aprecio de quienes allí trabajábamos y no habíamos podido conocerle personalmente antes. Siempre me llamó la atención el alto grado de implicación en la empresa de casi todos los contratados laborales y funcionarios de la IVEI, desde los jefes de servicio hasta el último subalterno, desde los que resistimos hasta el final hasta los que se fueron antes tras otras expectativas profesionales más atractivas desde un punto de vista estrictamente funcionarial. En cualquier caso, la gente estaba orgullosa de trabajar en el Magnànim. La revista Debats superaba con creces el millar de suscriptores, cosa insólita en este país y para un producto de tales características. El millar alcanzaron también, en números redondos, las investigaciones que se financiaron, los libros -¡de una editorial pública y periférica!- estaban en las librerías y se vendían. Llegaban pedidos desde los lugares más inesperados, peticiones de donativos desde América, llegó a tejerse una red estable de contactos con las universidades, editoriales y revistas europeas más conocidas. Hubo que formalizar relaciones comerciales con varios países latinoamericanos. Llegó el reconocimiento del trabajo bien hecho y, entre quienes lo hacíamos, la satisfacción de saberse empleados públicos prestando un buen servicio público. El lodo que arrojaba periódicamente sobre la IVEI el cainismo local nunca pudo empañar ni este sentimiento ni aquel orgullo. En 1995 llegaron ustedes y pasó lo que muchos se temían. Por razones de equilibrio mental no voy a rememorar ahora los tres años escasos que ha durado la IVEI bajo su mandato. La pretensión de poner nuestra profesionalidad al servicio de los nuevos responsables manteniendo el nivel alcanzado tras años de esfuerzo pronto se reveló baldía. Primero con estupor, luego con indignación, finalmente con abatimiento, he visto cómo se malbarataba un patrimonio cultural de todos los valencianos que ustedes tenían la obligación de seguir desarrollando. Pocos ejemplos habrá de mayor torpeza en la gestión de una institución pública, de mayor dejación en la defensa de un centro de trabajo intelectual prestigioso frente a los ataques de la caverna. Después de interminables meses de incertidumbre y de tener que estar dando la cara como empleados públicos intentando explicar lo inexplicable a autores, agencias literarias, clientes y proveedores, la agonía llegó a su fin. Presidente Tarancón: mentiría si dijera que no esperaba algo parecido. Lo que no me esperaba de ninguna de las maneras es la vileza con que han tratado a un grupo de funcionarios que no han cometido otro delito que el de ser testigos forzosos de este desafuero. Mediante un decreto que rezuma autoritarismo, nos han expulsado de unas plazas que ocupábamos en propiedad y nos han negado nuestro derecho a continuar trabajando en la refundada Institución Alfonso el Magnánimo, donde estábamos mucho antes de que usted tuviera algo que ver con esta Diputación. En mi caso concreto, se ha inventado una plaza en el IVAF (para que se entienda: Instituto Valenciano de Sordomudos) que no responde a ninguna necesidad objetiva del servicio ni tiene otra finalidad que la de dar apariencia de legalidad a una represalia política con la que se castigan dieciocho años de trabajo en la Administración. Una plaza en la que difícilmente puedo ganarme el sueldo, porque poco tengo que hacer en ella, y que demuestra de manera fehaciente el respeto que tienen ustedes por los sordomudos y por quienes trabajan con ellos, y la irresponsabilidad con que manejan unos recursos públicos que tienen la obligación de administrar con cuidado exquisito. Una plaza que no es sino la puerta de ingreso en el honorable y ya numeroso grupo de los funcionarios depurados. Más aún: la plaza es provisional (todavía me puede ir peor), tiene unas características que me retrotraen al principio de mi carrera funcionarial, y para poder ocuparla me obliga usted a firmar previamente un Acta de Aceptación Voluntaria de Condiciones del Puesto de Trabajo que incluye la renuncia expresa a ulteriores reclamaciones. Excmo. Sr. Presidente, Ilmo. Sr. Diputado de Cultura: sería pretencioso por mi parte comparar esta pequeña odisea personal con la que padecieron tantos funcionarios desafectos de esa Corporación durante los años cuarenta. Afortunadamente, aquello ya no puede volver, lo que por una parte es un consuelo, pero por otra no me impide sentir que he sido tratado de manera absolutamente vejatoria. De lo que han hecho con la IVEI se derivan sin duda responsabilidades que determinan los tribunales de Justicia, ante los que he presentado una demanda en defensa de mis derechos profesionales y de mi dignidad personal. Sea cual sea el resultado, a quien entró en el Magnànim hace 15 años con mucha ilusión le será difícil olvidar la amargura con que ha salido de la IVEI..

Enric Sanchis es funcionario de carrera de la Diputación de Valencia y ha sido Jefe del Servicio de Publicaciones de la IVEI hasta su disolución

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_