_
_
_
_
Reportaje:

El teatro también puede servir de excusa

La bola de cristal de Horacio forma ya parte de los Veranos de la Villa. Año tras año, desde que se inició la moda de representar una obra de teatro en la Muralla Árabe, este argentino abre su tenderete justo encima de donde los actores representan, esta temporada, La dama duende, de Pedro Calderón de la Barca. "Ya soy parte del inventario", decía ayer este adivino argentino, tocado con un pañuelo en la cabeza, ataviado con una túnica hasta los pies, sentado en una butaca, envuelto en olor a incienso y con su bola traída de Holanda apoyada en una mesa redonda.Lo de ir a una representación teatral y salir sabiendo qué le depara a uno el futuro puede parecer muy absurdo, pero se trata de una ocurrencia que ha resultado todo un éxito en la programación estival madrileña. Además de la bola de Horacio, la Muralla ofrece otras posibilidades para conocer el futuro: hay especialistas en quiromancia, en tarot y echadores de cartas. Todos reciben al público vestidos en plan zíngaro dentro de unas garitas decoradas con todo tipo de detalle.

Más información
El verso en escena

Pero no son la única sorpresa con la que tropieza el público que acude a ver el espectáculo teatral que acoge este recinto, uno de los más emblemáticos de la programación de los Veranos de la Villa.

Casi podría decirse que lo de sentarse a contemplar lo que pasa en el escenario es una excusa para pasar una ajetreada velada compuesta por un batiburrillo de actividades y atracciones: unos mosqueteros se ocupan de dar la bienvenida al público que a continuación tiene que vérselas con un fraile protestón que da la bronca a todo el que se le acerca.

Pocos pasos más adelante hay dos lindas jóvenes vestidas como damas del siglo XVII, que hacen muchas carantoñas, sobre todo a los hombres. Y luego aparece un ciego que grita y advierte de los peligros del matrimonio.

Todo esto ocurre mientras se toma posesión del asiento: unos se deciden por las mesas que rodean al escenario, lo que incluye la posibilidad de cenar, y otros por las gradas. Hay incluso quien opta por disfrazarse para ver la representación. Por eso no debe sorprender a nadie que entre el público asome un astronauta, una princesa o el mismísimo Robin Hood.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Antonio Guirau, director de los Veranos de la Villa, ya probó esta fórmula, la de mezclar el teatro con todo tipo de diversiones, en los años setenta con motivo de unas representaciones en la Plaza Mayor.

"Intentamos quitar al teatro el corsé de la simple representación. Se trata de convertir la función en una fiesta y no que la gente llegue, se siente y ya está. Por eso las puertas se abren una hora antes de que comience la función", comenta Guirau. Su idea ha tenido tanto éxito que ya ha mantenido contactos para exportarla al extranjero. Ni más ni menos que al Central Park de Nueva York, según adelanta este director teatral. Según datos de la organización de los Veranos de la Villa, el año pasado acudieron a las funciones de la Muralla Árabe, que tiene capacidad para 1.000 personas, unos 30.000 espectadores. Los organizadores saben que buena parte del éxito radica en el tiempo. Y otro dato: de todo este tinglado se ocupa un equipo de 20 personas.

Este año, el Siglo de Oro ha invadido la Muralla Árabe. Es esta época la excusa alrededor de la que se han montado todas las actividades. La obra que se representa, La dama duende, es una comedia de enredo de uno de los autores más representativos de esta época. Pero antes de que empiece, hará su aparición Segismundo, el personaje central de La vida es sueño, también de Calderón, metido en una jaula que está colocada en una de las esquinas del recinto. Cuando Segismundo termina su corto diálogo, los actores encargados de la animación teatral se cuelan entre las mesas. Todos son personajes representativos de esta época. La oferta escénica incluye además un auto sacramental, Cena del rey Baltasar que se representa durante el intermedio.

"No concibo unos veranos sin estar aquí", comentaba ayer Horacio mientras la gente hacía cola para entrevistarse con él. "Venimos todos los años a que nos diga el futuro", decía una joven pareja. Ellos, como casi todos los que aguardaban su turno para que les soplaran el futuro, confiesan que es el único día del año que les da por hacer algo así.

La dama duende en la Muralla Árabe (Parque del Emir Mohamed I; metro Ópera) a las 22.30. Apertura del recinto a las 21.30. Hasta mediados de agosto. 2.000 pesetas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_