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FRANCIA 98

El triunfo une a Francia

Nunca desde la II Guerra Mundial millones de franceses de todas las razas habían compartido el mismo anhelo

Dulcemente embriagada por la victoria que sólo sus más audaces soñadores vislumbraron, Francia vive un momento mágico de su historia, días de gloria que le reconcilian consigo misma, que le hacen por fin sentirse a gusto en su propia piel. A medida que avanzaba el campeonato, los franceses han ido descubriéndose pasiones insospechadas y esta marea de emociones colectivas ha anegado a Francia entera hasta culminar en una apoteosis general. Nunca, desde la Liberación, Francia se había dado a sí misma el espectáculo de millones de personas en las calles comulgando de los mismos anhelos, nunca desde la Segunda Guerra había encontrado un catalizador capaz de despertar un sentimiento tan masivo y tan intenso.La jornada del domingo pertenece ya a la historia francesa. Es un día de fiesta nacional que quedará encadenado a la fecha de hoy, 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, y que supuestamente debe traer algunas consecuencias para este país socialmente desmembrado, aquejado desde hace tanto tiempo por el síndrome de la decadencia. Justamente, la incógnita mayor es ahora la de evaluar la trascendencia de este acontecimiento en el terreno de la reafirmación nacional.

Ahora resulta evidente que el desapego ante los fervores que el fútbol suscita en otras latitudes no era otra cosa que una forma de enmascarar las frustraciones propias. Lo que se ha visto es que la sociedad francesa estaba necesidada de identificarse con un objetivo común, de compartir una hazaña capaz de devolverle la confianza en sí misma. No resulta difícil predecir la eclosión futura de generaciones de futbolistas ávidos de emular a estos nuevos héroes nacionales que han conseguido liberarse definitivamente de la sombra formada por los venerados ilustres de la banda de Michel Platini.

La cuestión, más bien, reside en saber si el Mundial, si el proceso de identificaciones colectivas generado trasciende o no el ámbito estrictamente deportivo, si las emociones anudadas durante estas semanas pueden dar un nuevo impulso a este país. "La inmensa fiesta, la formidable solidaridad que han unido a todas las categorías de la población desde hace una semana no deberían evaporarse con los calores del verano", escribía ayer Alian Beyer en Le Parisien. "Hace falta que esa aventura colectiva única en la vida del país encuentre una prolongación, varias prolongaciones que nos ofrezcan el derecho de vivir juntos, más confiados y felices". El articulista de Le Parisien convocaba a políticos, empresarios, sindicalistas, artistas e intelectuales a "tomar el relevo".

Aunque tal pretensión resulte ilusoria, tampoco es despreciable el hecho de que la euforia se haya desplegado en torno a un equipo que simboliza el mestizaje y la pluralidad racial. Ayer mismo, el Frente Nacional (FN), que ha estado completamente descolocado ante el fenómeno, se apresuró a rectificar felicitando a Zinedine Zidane, "hijo de la Argelia francesa". Al calor del chauvinismo que aflora por todo el país, el número dos del partido ultraderechista, Bruno Mégret, aprovechó la ocasión para reclamar la "renovación del patriotismo y del nacionalismo" francés.

La conjunción victoriosa de los tres colores de la piel de esta selección: el blanco europeo, el negro africano o antillés y el moreno magrebí, parece haber obrado de antídoto contra el racismo y la xenofobia rampantes.

Ayer, casi todos los periódicos aludían a la "lección de unidad" ofrecida por el "argelino Zidane", el "bretón Guivarc"h", el originario de Guadalupe Thuram, el "pirenaico Barthez", el "canaco Karembeu", el "vasco Lizarazu", el "africano Desailly", el "armenio Djorkaeff...". "Francia es multirracial y así quedará", indicaba el diario conservador Le Figaro. Parece que en estos momentos de proclamación de la "Francia multiplural", el Gobierno de Lionel Jospin tiene más margen de maniobra para encarar el problema de los 60.000 inmigrantes clandestinos amenazados de expulsión.

Pero mientras, reina la euforia en París, informa Noelia Román. A las 15.30 de ayer un millón de personas se impacienta a la espera de que la Federación Francesa de Fútbol libere a los jugadores para el baño de multitudes. A las cuatro de la tarde los bleus seguían sin aparecer. El autobús avanza hacia el Arco del Triunfo, frenado por miles de hinchas. A las 16.30 el autocar comienza el ascenso de los Campos Elíseos. La masa explota en gritos y aplausos. Miles de banderas tricolores al aire. Todos buscan posición. "¡Zizou!", aclaman. Pero la caravana abandonó los Campos Elíseos y tomó una calle contigua ante la dificultad para avanzar. Muchos los siguen en desbandada. Inútil esperar. A los bleus les espera una noche en el Lido. Hoy, el presidente, Jacques Chirac, los recibirá en el Elíseo

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