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Reportaje:

Los ciegos obligan a refundir el euro

Las estrías de las monedas de diez céntimos acuñadas por Francia resultan dificiles de diferenciar

El recién nacido es "precioso", pesa 7,5 gramos y goza de buena salud, declaraba orgulloso el ministro francés de Economía, Dominique Strauss-Kahn, tras asistir, el 11 de mayo en la fábrica ultramoderna de Pessac, a la primera acuñación de monedas de euros. Joaquim Jiménez, el diseñador de la cara francesa de la nueva moneda -una cara es común para todos los países del euro y la otra difiere según el Estado que la fabrica-, explicaba satisfecho que el árbol que había dibujado representaba "la vida, la naturaleza, la unidad, el crecimiento y, por supuesto, la libertad".Tan sólo una semana después de haber aprobado el "examen del euro", París se adelantaba así a todas las demás capitales y empezaba a fabricar su cuota de 7.600 millones de monedas, sobre un total de 70.000 millones, que serán puestas en circulación en el primer semestre del 2002.

Con el cupo asignado a Francia habría suficiente metal para construir cuatro torres Eiffel. Las monedas acuñadas en Francia podrán circular en España y viceversa.

Dos meses después, los problemas surgidos han hecho olvidar los fastos de la inauguración. Los nueve primeros millones de piezas de esa producción van a ir a la basura o, mejor dicho, serán refundidos. El error va a costar al Tesoro francés unos 50 millones de pesetas, sin contar las horas de trabajo perdidas.

La culpa del desaguisado la tienen los ciegos europeos. La asociación que reagrupa a los ciegos de la Unión Europea (EBU) pidió probar en junio una gama de monedas de euros y se llevó una sorpresa. A diferencia de las muestras recibidas anteriormente, las estrías de las monedas de 10 céntimos de euro (16,8 pesetas) eran muy finas. Resultaba difícil diferenciarlas al tacto de las demás. Los ciegos pusieron el grito en el cielo.

No fueron los únicos. Por aquellas mismas fechas, la organización que asocia a los fabricantes y distribuidores de máquinas tragaperras de Europa (EVA) no paraba de protestar. Se quejaba de que el peso y el espesor de las monedas de 50 céntimos (84 pesetas) y de 20 céntimos (33,6 pesetas) eran casi idénticos y, por tanto, difíciles de distinguir para el expendedor automático de tabaco o de preservativos. Se temía ya que, de Helsinki a Málaga, los rufianes de toda la UE se ahorrasen nada menos que un 60% del precio de la cajetilla de rubio o de condones introduciendo por la ranura unas monedas en lugar de otras.

Por si todo esto no bastase, la reputación de la única planta de fabricación de monedas de Francia, situada en las afueras de Burdeos, quedó además empañada por una prolongada huelga de una semana de sus 400 trabajadores. Michel Mano, el enlace sindical de la Confederación General de los Trabajadores, se quejaba de que las ansias del Gobierno francés por ser el primero en parir euros le habían incitado a iniciar la fabricación sin resolver algunos problemas técnicos y con menos personal del necesario.

"Incluso si hacemos horas extraordinarias, los responsables han sobreevaluado la capacidad de producción de Pessac", se lamentaba ante los medios de prensa el sindicalista, antes de que el director de la fábrica, Francis Reillac, se comprometiese a contratar a otros 18 trabajadores más.

El Consejo de Ministros de Economía de la UE fue sensible a tanto descontento. Anunció hace una semana que adoptará en breve nuevas especificaciones técnicas de tres monedas de euros: las estrías de las de 10 céntimos serán más gruesas para que los invidentes puedan identificarlas más fácilmente, y las de 50 céntimos engordarán un cuarto de milímetro para que la máquina tragaperras no las confunda con las de 20.

"Hemos cometido un error y ahora hay que corregir el reglamento", afirmó Strauss-Kahn. "No queremos crear un problema para millones de personas porque hayan sido acuñadas unas cuantas monedas", añadió Yves-Thibault de Silguy, comisario europeo de asuntos monetarios.

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