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Tribuna
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Enhorabuena

Fernando Savater

En épocas de tribulación como la que vivimos conviene intentar buscarle el lado positivo a las cosas. Con tal fin, para que no todo hayan de ser pésames, tengo el gusto de darles mi más sincera enhorabuena a quienes no parece probable que vayan a ser próximamente asesinados por ETA. Lo bueno de que haya mucha gente amenazada es que la que no lo está puede disfrutar por contraste el alivio del superviviente, sobre el que teorizó Elías Canetti. Naturalmente, quienes no están amenazados de muerte compadecen como es debido, faltaría más, a los pobres muertos y también a los que van a morir, que de vez en cuando les saludan como cuando se espera en el Circo Máximo a los leones. Así los por el momento no asesinables disfrutan a la vez del alivio de salvar el pellejo y del edificante sentimiento de compadecer a quienes lo pierden o van a perderlo. Se saben bastante a salvo y se creen bastante buenos: en tiempos de posmodernidad nadie puede ofrecer mucho más. Nada, lo dicho, enhorabuena.Se repite que la violencia terrorista nos amenaza a todos y, como casi siempre que algo se repite mucho, es una verdad a medias. Qué digo a medias, no llega ni a un cuarto. Desde luego, cualquiera puede pasar accidentalmente por el lugar donde vuela en pedazos un coche cargado de explosivos o estar comprando en Hipercor el día elegido por ETA para poner una bomba. Pero los verdaderamente amenazados son otros, que padecen dos agresiones: el atentado, cuando llega, pero mientras llega o no llega sufren por la amenaza misma. Y no todo el mundo está en esa lista de amenazados, que incluye a los políticos del PP, de UPN o del PSOE, a los ertzainas, policías nacionales y guardias civiles, a los militares, a los empresarios que no pagan impuesto revolucionario, a los periodistas beligerantes contra ETA desde la acera no nacionalista, a quienes firmaron el manifiesto del Foro Ermua, a los jueces que no hablan euskera..., pero no a muchos otros.

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En el grupo de riesgo inmediato no están, por ejemplo, los políticos nacionalistas. Los violentos les hostigan, les queman el coche o el negocio, les zarandean..., pero no les matan. Puede morir un nacionalista si es ertzaina, jefe político de ertzainas o empresario, pero nunca por ser concejal o parlamentario nacionalista. Es una pequeña diferencia aunque ¡viva la pequeña diferencia! Arzalluz puede decir zafiedades sobre quienes se dan codazos electoralistas por salir en las listas de ETA con la tranquilidad de que ni él ni los suyos figuran en ellas. Tampoco pende la espada de Damocles sobre los epicenos de la tercera vía, ni sobre los abajo firmantes que piden negociación sin límites ni condiciones, ni sobre los intelectuales vascos que nadan y guardan la ropa, ni sobre los que se callan y menean gravemente la cabeza, ni sobre los que no se meten en líos, ni sobre los curas. Es la primera vez que en un conflicto ibérico nadie mata curas. Algo es algo.

Se dice que ETA asesina a quien puede. Cierto, asesina a quien puede... dentro de quienes quiere matar. Eso también diferencia el caso vasco del caso irlandés: que en el Ulster se matan unos a otros y en Euskadi unos matan a otros. Por eso resulta explicable que los partidarios de negociar aunque siga la violencia se recluten entre quienes no están directamente amenazados por ella o quieren hacer méritos para dejar de estarlo. Normal. Como bien ha explicado la moderada HB, los etarras sólo matan a los intransigentes para hacerlos reflexionar. En cuanto todos hayamos reflexionado y seamos nacionalistas, o de la tercera vía, o curas, se acabó la violencia. Más fácil no puede ser.

Los no amenazados se pierden desde luego algunas emociones de la vida moderna: tener que ir al trabajo acompañado de guardias, mirar por la ventana antes de salir de casa, verse obligado a buscar nuevo oficio fuera del País Vasco, minucias así. Pero yo creo que a fin de cuentas compensa. Así que a los políticos nacionalistas, a los sindicalistas nacionalistas (ertzainas excluidos, ay), a los santos inocentes que no quieren vencedores ni vencidos, a los tontos útiles y a los inútilmente tontos, a los demasiado listos, a los cómplices, a los prudentes, a López Agudín y familia..., a todos, muchas felicidades. Y larga vida.

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