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FÚTBOL 20ª JORNADA DE LIGA

El Barça revive el síndrome de Salamanca

La Real empata en los últimos ocho minutos un partido que ganaban los azulgrana por 0-2

El Barcelona revivió en Anoeta el síndrome de Salamanca. Lo suyoes un permanente conflicto de personalidad: un equipo capaz de reivindicar su posición con un fútbol inteligente, ejecutado con raciocinio y elegancia, y otro capaz de arruinarse en errores infantiles fruto de una notable desconcentración.Como en Salamanca, el Barcelona agarró el partido por el cogote y lo manejó durante 80 minutos a su antojo. La Real Sociedad, un equipo que practica un fútbol liso y llano, era incapaz de interpretar la lectura del encuentro que dictaba Guardiola habilitando a sus compañeros entre líneas. El Barça se guiaba, por su dirección, mientras la Real jugaba de forma asamblearia. Al final, la disputa se quedó sin dueño porque el Barcelona fue incapaz de conservar una ventaja de dos goles, tirada a la basura en dos jugadas previsibles.

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Con Guardiola, mejor

La solidez defensiva del conjunto azulgrana está bajo sospecha. De Paula consiguió el empate rodeado por media docena de futbolistas en el penúltimo minuto. Más que un empate era un castigo, no al juego barcelonista, bien administrado, sino a su incapacidad defensiva, que le hacer perderla cabeza con demasiada facilidad.

Nuevamente, se vivían dos partidos en uno. El primero, largo, inteligente, convertido en un ejercicio estratégico del Barcelona para romper a un rival tan animoso como ineficaz. La Real jugaba al ritmo de Guardiola y Celades y se manifestaba incapaz de frenar a Figo y Luis Enrique, que campeaban a su gusto en sus respectivas parcelas. A Guardiola no le paraba nadie porque la Real vivía presa de su atrevimiento inicial.

El Barcelona exhibía un modelo razonable que le permitió vivir con placidez toda la primera parte del encuentro. Entonces obtuvo su primer gol y sobre todo la jerarquía del partido. Tenía el balón, el sitio en el campo, el ritmo y la tranquilidad que aporta la ineficiencia del rival. No era un espectáculo, pero sí un ejercicio técnico y estratégico que le convenía especialmente.

Cuando Anderson consiguió el segundo gol, la Real Sociedad tocó a rebato. Su discurso se hizo más implacable, más lineal, más áspero y más fuerte. Los donostiarras convirtieron el encuentro en el particular auto de fe que les ha otorgado una imbatibilidad duradera. El Barcelona reculó, aunque seguía apelando al balón como mejor antídoto defensivo. Los cambios, a priori, no afectaban a dicha situación. Pero Craioveanu, convertido en convidado de piedra por su imposible misión de taponar a Guardiola, encontró un espacio abierto en el marcaje al hombre que practica Van Gaal y fabricó el primer gol.

Al Barcelona se le aparecieron los fantasmas de Salamanca y su edificio se derrumbó con estrépito. Todo su crédito amenazaba otra vez ruina sin que los jugadores llegaran a explicarse el motivo del fiasco. En un saque de esquina, con el área poblada de futbolistas de uno y otro equipo, De Paula fue capaz de meter la puntera. en el último minuto.

Ciertamente, el Barcelona vive un maleficio y la Real está en permanente estado de gracia. Ayer, ambos equipos escenificaron sus papeles habituales. El conjunto -de Van Gaal acelera progresivamente sus prestaciones futbolísticas, asemejándose al equipo que todo el mundo presupone: bien dotado técnicamente y capacitado para adueñarse de los partidos sin demasiado esfuerzo. Pero no adquiere solvencia. Ayer, un equipo solamente amparado en la fe sin obras fue capaz de robarle otra vez la cartera en dos acciones ya muy tardías.

El Barça sigue líder, mantiene un crédito razonable, pero malgasta sus fondos con una actitud manirrota. La Real Sociedad sigue abonada a lo suyo, es decir, al fútbol simple, entregado, agonístico, con una primacía absoluta del carácter anímico. Su trayectoria es intachable. Al Barcelona le falta el hervor necesario para ser un gran equipo. La solidez de la defensa deja mucho que desear para construir el fútbol que ambiciona.

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