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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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Octubre

La Revolución de Octubre que pasó ahora, en el noviembre del calendario occidental, cumplirla 80 años si viviera. Ha muerto. El erróneo país donde nació ha vuelto a recuperar sus nombres -Rusia, San Petersburgo-, su religión de Estado, su nostalgia de zares; ha roto los monumentos y las consignas; está en camino de otra cosa. Un camino, eso sí, horroroso. Pero no es tanto esta necesidad de renegar de Octubre que han tenido los descendientes rusos, o multirrusos, lo que ha matado la revolución, sino el desapego por ese tipo de acontecimientos en el mundo que come. En el otro, en el que no come, se están produciendo revoluciones y contrarrevoluciones como un hervor continuo, y cada vez es más trágico. Tuvo algunos rasgos sovietizantes en su historia reciente, y no pudo apurarlos: los crímenes sí, las ventajas no. Todavía se persigue a los comunistas que se mantienen en las zonas de angustia: no pueden sobrevivir, ni para sí mismos ni para sus países. Hace años aún se decía que en Rusia se había traicionado la Revolución de Octubre, y sus dirigentes se acusaron unos a otros: se entremataron, y ganaron los que pudieron matar antes y mejor, a los cuales simbolizamos en Stalin. Pero quizá Trotski hubiera matado a Stalin. Con esta supervivencia del más fuerte, o del peor, el marxismo se fue al fondo: murió al nacer.Ahora todos hacemos destrozos con esa palabra. Leña para nuestras calefacciones. La supervivencia real del comunismo de Octubre está disuelta en lo que influyó allá donde no triunfó: causó un miedo atroz a las llamadas democracias y a los reales dictadores -Franco y su gente-. No es casual que el gran paro, el descubrimiento de que las pensiones no pueden pagarse, el ansia por el despido libre y por la reducción de salarios, la destrucción de África, el crecimiento del hambre mundial, hayan comenzado en el mismo momento en que el comunismo moría en Berlín.

Se ha terminado la sociedad del bienestar, decimos como con una rara satisfacción, como el otro memo decía que se había acabado la historia. El bienestar se ha acabado para unos, se ha multiplicado para otros. Ahora se nos entretiene con la idea de que se puede conseguir que el mundo produzca lo suficiente para todos sus habitantes. Siempre ha producido para todos. El problema está en que siempre se ha acaparado por un sector.

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