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Un bolígrafo-pistola para matar a Franco

El KGB planeó eliminar al dictador a manos de un amigo de juventud

RODRIGO FERNÁNDEZ El general Francisco Franco debería haber muerto asesinado por un amigo de su juventud con un bolígrafo-pistola de esos que usaba James Bond el agente 007. Ése era el plan aprobado por el tenebroso KGB soviético, aunque, a decir verdad, la idea no provenía de Moscú, sino del mismo ex amigo de Franco. Se trataba de un italiano, aparentemente un parlamentario socialista que al mismo tiempo era informador de los servicios secretos soviéticos. La historia la cuenta Leonid Kólosov en el capítulo sobre Madrid, que abre el segundo tomo de la Guía del KGB por las ciudades del mundo.

Corría el año de 1966. Kólosov, que trabajaba en Italia bajo la cobertura de corresponsal del diario Izvestia, tenía un encuentro con uno de sus agentes, al que describía como "un político ya de cierta edad". Y seguía: "Socialista, luchó en la Resistencia. En nuestra red de agentes figura, bajo el seudónimo de Vest [Noticia]. Hace tiempo que trabaja para el espionaje exterior soviético. Trae información bastante interesante, a veces confidencial, sobre la situación política y las peleas interpartidarias en los numerosos grupos y corrientes políticas de este país de sistema superpluripartidista. Tiene acceso al círculo del presidente". Aquel día de otoño, Kólosov notó que a Vest le sucedía algo. No se equivocaba: tenía cáncer de hígado, y los médicos le daban sólo medio año de vida. Fue entonces cuando el agente pronunció un inesperado: monólogo.

"En mis años mozos, yo visitaba frecuentemente España, y allí conocí a Franco", dijo. "Era un poco mayor que yo, y compartíamos las ideas socialistas (sic). Al poco tiempo ya éramos muy amigos, y cuando yo me fui de España conservamos nuestra amistad. Después de la rebelión de 1936, el Francisco que conocí se convirtió en el dictador Franco. Hoy es un enemigo del pueblo español, un traidor y mi enemigo personal. Pero él no lo sabe. Y si lo voy a ver, estoy seguro de que me recibirá como a un antiguo amigo. Para empezar, podría restablecer la correspondencia con él, en la que me presentara como un industrial, ya que, como sabes, realmente soy uno de los directores de una empresa importante. El caudillo se ha convertido en un freno de los procesos democráticos que están madurando en mi querida España. Si no fuera por él, hace tiempo que se habría restablecido la república y comenzado la lucha para construir el socialismo.... En resumen, que estoy dispuesto a cometer un acto de venganza. Para eso necesito un arma especial. Por ejemplo, un bolígrafo como ese que vi el otro día por la tele en una de las tontas películas de James Bond".

Kólosov se quedó boquiabierto: "¿Está usted hablando en serio?", preguntó incrédulo. Vest respondió categóricamente: "¡Por supuesto, así mi muerte no será en vano!". Kólosov informó a su jefe en Roma y decidieron preguntar "al Centro", es decir, a Moscú, desde donde la respuesta llegó rápidamente, exactamente a los cuatro días. Daban el visto bueno y aseguraban que el bolígrafo Jamesbondiano no era un problema para el servicio técnico.

Cuando Kólosov se encontró nuevamente con Vest, éste se mostró entusiasmadísimo y le pidió que le acompañara a Madrid en su misión. De nuevo se consultó con el Centro, que lo aprobó y dijo que necesitaba tiempo para hacer el bolígrafo-pistola. Mientras, los encuentros siguieron. En ellos, Kólosov se dio cuenta de que Vest empezaba a profundizar en sus recuerdos, contaba mucho sobre Franco, sobre su amistad juvenil, y que en sus palabras se escuchaban ya notas de oculta simpatía, mezclada con humor, hacia su antiguo amigo. Esto empezó a preocuparle, y comenzó a tener pesadillas, a cual más terrible. En una de ellas, Vest se encontraba con Franco, se abrazaban y, al ver a su antiguo amigo, no resistía y le decía: "Querido Francisco, perdona que viniera con planes malignos. En el hotel Victoria, bajo la cobertura de un corresponsal italiano, hay un gilipollas del espionaje soviético que espera a que yo te dispare con este bolígrafo, que, a propósito, te regalo de recuerdo...". Kólosov no resistió e informó de sus dudas a sus jefes. En respuesta, el KGB, no daba marcha atrás al plan, pero dejaba en sus manos la decisión final. En los siguientes encuentros continuaron ultimando los detalles de la futura operación, hasta que un buen día el agente no llegó a la cita. Al día siguiente, Kólosov fue al lugar de reserva pero Vest tampoco llegó. Al tercero se decidió a llamarle a casa y repetirle el texto codificado que tenían preparado para usar en una circunstancia como ésta, pero allí le informaron de que Vest había muerto repentinamente de un infarto.

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