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Tribuna
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La tortilla de huevos de avestruz

Manuel Rivas

En la bandeja del Volvo de Presidencia,una almohada cervical y un cojín con los bordados de una bailarina de muñeira y un cruceiro. La almohada sirve para relax de Fraga en sus fulgurantes galopadas por los cuatro puntos cardinales de Galicia. El cojín es toda una declaración cultural y espiritual.Cuando la Xunta envió un tren con ayuda humanitaria a Rumania, uno de los vagones iba ocupado por un cruceiro de piedra de 16 toneladas. Don Manuel dio instrucciones a sus enviados para que fuese colocado en un paisaje similar "a una ría gallega". La burocracia rumana, con una postal turística como modelo, enloqueció durante días buscando en los alrededores de Bucarest un horizonte similar. Se descartó la posibilidad de desplazar el mar Negro y el cruceiro fue colocado finalmente al lado de un estanque, con pinos y niebla incluidos. La cruz, en efecto, ha marcado a fondo la historia de Galicia. "Esta cruz que nos mide de alto a bajo", dice en un hermoso poema Xosé María Díaz Castro. -

Pero en Galicia sucedió lo que apuntaba Chesterton cuando escribió su Ortodoxia: "La doctrina y la disciplina católicas son muros, si se quiere; pero son los muros de un teatro de regocijo. Sólo dentro del contorno cristiano pueden conservarse las alegrías del paganismo".En ese "teatro de regocijos" destaca, sin duda alguna, el placer gastronómico. En Galicia, don Carnaval ha vencido siempre por KO a doña Cuaresma. El país de la saudade es también el país de Pantagruel. Y frente a la pedantería patafísica de La decadencia de Occidente, de Spengler, se alza el sabroso tratado de Cunqueiro de La cocina cristiana de Occidente.El populismo gastronómico no es exclusivo de un partido, pero se ha disparado en la época de Fraga hasta adquirir dimensiones de Guinness. En Lalín, patria chica de Xosé Cuiña, previsible sucesor, se convocan laconadas para 50.000 personas. En Pontevedra, una gigantesca queimada de 600 litros de aguardiente tuvo que ser sofocada por los bomberos. Varias localidades pugnan por la empanada más larga de la historia, alcanzándose ya los 150 metros. Y la última moda, inaugurada en Bandeira, son las tortillas de huevos de avestruz. Extraña que en la carrera por la sucesión de don Manuel no figure ningún cocinero, aunque alguna publicación alternativa ya ha propuesto al popular gastrónomo Paco Feixó.

Así las cosas, es normal que en la campaña abunden las metáforas gastronómicas.Metido en el churrasco, Fraga arremete contra la coalición progresista calificándola de "ensalada de siglas", con la lechuga de Os Verdes, el tomate de Esquerda Unida y la cebolla socialista. Para Abel Caballero, es la unidad en un mismo plato de electorado antaño disperso lo que indigesta al Partido Popular. En realidad, y no parece negativo, las tres grandes fuerzas tienen el carácter de un pote gallego, un cocido de biodiversidad política donde hierven todos los ingredientes más a mano. Repaso los programas electorales y observo con preocupación que en ninguno se hace alusión al fomento de la cría del avestruz. Y es que la sociedad siempre va por delante.

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